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PRECRÍTICA

'Villa Amalia', punto de (no) retorno

Un film notable en el que lo sensitivo impera por encima de lo narrativo; una película en la que el espectador, en ocasiones, se conmueve, ríe o se preocupa por el personaje al que da vida una extraordinaria Isabelle Huppert sin saber el motivo.

Por Óscar Martínez 14 de Junio 2010 | 20:41

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Este fin de semana llega a nuestras salas 'Villa Amalia', nueva colaboración entre el cineasta Benoît Jacquot e Isabelle Huppert, experimentada actriz que ha trabajado con directores como Claude Chabrol, Olivier Assayas, Jean-Luc Godard, Bertrand Tavernier, Michael Cimino y Otto Preminger a lo largo de fructífera carrera, si bien muchos la recordarán por su papel protagónico en 'La pianista', de Michael Haneke, cuya interpretación le valió su segunda Palma de Oro veintitrés años depués de alzarla por vez primera con 'Prostituta de día, señorita de noche'.

'Villa Amalia', punto de (no) retorno

'Villa Amalia' se basa en la novela homónima de Pascal Quignard, autor de 'Todas las mañanas del mundo', y narra la historia de Anne, una pianista que, tras conocer la infidelidad de su marido, decide desaparecer por completo del mundo y comenzar nuevamente de cero.

El nuevo trabajo de Benoît Jacquot es un film contemplativo, repleto de silencios, en el que la experiencia sensorial se haya muy encima de la narrativa. A pesar de ello, el director de 'La escuela de la carne' elude las imágenes de catálogo y tiende a acompañar cámara al hombro a su protagonista femenina con una estudiada planificación que alterna de manera constante los ritmos, fuertemente ayudados por la banda sonora, alternando secuencias intimistas con correrías aceleradas o incluso conatos de cine negro, como si la cámara, a medida que su protagonista se libera de las ataduras que la retienen, fuera a su vez más libre de hacer lo que quisiera.

'Villa Amalia', punto de (no) retorno

De este modo, 'Villa Amalia' en ocasiones confunde, en otras conmueve, en otras nos hace reir, y la mayoría de las veces el espectador no sabría explicar el motivo, y ésta es sin duda la principal virtud del film de Jacquot, cuya cámara mima sobremanera la interpretación de Huppert con luces y sombras que parecen casuales y extraídas de un cuadro de Hopper al mismo tiempo. 'Villa Amalia' no es exactamente una búsqueda de la propia identidad, aunque sí lo sea; tampoco es una catarsis para enfrentarse a los fantasmas ajenos, aunque también lo es. 'Villa Amalia' es, por decirlo, de algún modo, un decálogo de estados anímicos.

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