'W.' es la tercera biopic sobre un presidente de los Estados Unidos en la filmografía de Oliver Stone tras 'Nixon' y 'J.F.K'.
La película, que tiene a Josh Brolin encarnando al presidente George W. Bush, a Elizabeth Banks como Laura Bush, Thandie Newton como Condoleezza Rice, Ioan Gruffudd como Tony Blair, Rob Corddry como Ari Fleischer y Jeffrey Wright como Colin Powell se estrenó el pasado mes de octubre en estados Unidos.
No deja de sorprender, pues, el detallazo que se marcó anoche La 2, que aprovechando la puesta en largo de Barack Obama como presidente de los estados Unidos, proyectó el nuevo trabajo de Oliver Stone anoche a las 22:00 horas.
¿Títere o tirano?
Sin duda alguna, 'W.' no suele dejar a nadie indiferente, si bien no ha recogido excesivas buenas críticas, sobretodo por parte del público. Y es que todo el mundo parecía esperarse una caricaturización mordaz y agresiva del presidente más impopular de la historia de Estados Unidos, y Oliver Stone, por contra, parece haberse dejado llevar por una estudiada contención.
De este modo, 'W.' refleja a modo de flashbacks los orígenes del cuadragésimo tercer presidente de Estados Unidos, su relación de amor/odio con su padre, sus problemas con el alcohol y sus alocados años de juventud. Stone ni tan siquiera se molesta en realizar un retrato mínimamente serio del antaño presidente y de su entorno, aunque tampoco llega (casi) en ningún momento a la caricatura más obscena.
Probablemente sea dicho tratamiento el que haya desagradado a buena parte de público y crítica, pero lo cierto es que la visión de Stone del fenómeno Bush es tan plana, arquetípica y lamentable, que no puede tratarse sino de un ejercicio de estilo concienzudamente calculado. De este modo, el ascenso al poder de su protagonista, cuyo raciocinio y comprensión se nos muestran abiertamente limitados, resulta tan insultantemente obvio y predecible que no puede sino llegar a indignar, no por la película propiamente dicha, sino por la facilidad con la que el poder puede llegar a perpetuarse.
George W. Bush se nos muestra como una suerte de títere cuyos hilos son movidos por su entorno más próximo, un pobre clown al que se le ha otorgado un enorme poder que en realidad es manipulado en la sombra, destruyendo esa imagen de, por decirlo de algún modo, patriota descerebrado en favor de un patetismo que ensucia mucho más la imagen de su protagonista que un abierto acoso y derribo.
En cuanto a la película se refiere, Stone rehúye en 'W.' de sus conocidos constantes cambios de plano y de su particular fotografía, elaborando una película sobria técnicamente hablando, que adolece quizá de un ritmo excesivamente lento donde el drama se antepone con claridad a la comedia, centrándose (casi) exclusivamente en el primer mandato de su protagonista, y alcanzando las cotas más cáusticas de ironía durante la Guerra de Irak.