Hace ya más de 20 años que 'Wicked' llegó a los escenarios. La adaptación en forma de musical de la popular novela de Gregory Maguire, que reescribe la historia de Oz y las brujas del Oeste y el Sur, se ha afianzado en todo este tiempo como una de las producciones más icónicas y rentables de Broadway y el West End de Londres. Y ahora, dos décadas más tarde, la historia de Elphaba y Glinda por fin llega a la gran pantalla.
Ha sido un camino (de baldosas amarillas) muy largo para que la película de 'Wicked' se materializase, pero la espera ha merecido la pena. Anunciada originalmente para 2019, el proyecto pasó por varias manos y se retrasó una y otra vez, con una pandemia y varias huelgas de Hollywood de por medio. Con Jon M. Chu ('Crazy Rich Asians') en la silla del director, la película finalmente se puso en marcha y, tras un largo y complejo rodaje que llevó a dividir la película en dos partes, aterriza en las salas con un claro y ambicioso propósito: convertirse en el mayor acontecimiento cinematográfico del año.
El reto era muy complicado, pero Chu no solo sale airoso, sino que desafía la gravedad para hacer volar al material con una adaptación que funciona a todos los niveles posibles: como musical, como cine evento, como expansión de la mitología de Oz, como alegato sociopolítico, como homenaje al cine del Hollywood dorado y como carta de amor a sus protagonistas; a las actrices que las interpretan y a las que las han interpretado a lo largo del tiempo, empezando por las Elphaba y Glinda originales, Idina Menzel y Kristin Chenoweth. De ahí que el reparto cante en directo en lugar de hacer lip sync, una decisión que no podría haber salido mejor.
Cynthia Erivo y Ariana Grande siguen los pasos de todas ellas para convertirse en las versiones cinematográficas de las emblemáticas brujas de la ficción, en un ejercicio de entrega, química y pasión indudable. Si había alguna duda sobre la elección de estas dos actrices para sus respectivos papeles, se disipa por completo nada más verlas en pantalla. Tenían que ser ellas. Erivo pone su prodigioso talento al servicio de Elphaba para hacer suyo al personaje otorgándole nuevas capas y un conmovedor peso emocional. Y Grande hace lo propio, construyendo a Glinda como tributo a Chenoweth, para lo que modifica su registro de voz, del pop a la ópera, a la vez que añade sus propios matices que la diferencian de sus predecesoras.
En ambos casos, el cariño absoluto por el material y lo mucho que significa esta historia para ellas salta a la vista, haciendo que conectar con su viaje no solo sea fácil, sino inevitable. La reverencia y el trabajo duro son los ingredientes principales en ambas aproximaciones a los personajes. Grande está divertidísima en su faceta mean girl con corazón, llevando a cabo un estupendo trabajo de comedia física como Glinda, pero también convence en su vertiente dramática y sentimental. No cabe duda de que siempre ha llevado dentro al personaje. Y lo de Erivo es simplemente asombroso. La actriz, referente del teatro musical y nominada al Oscar por 'Harriet. En busca de la libertad', realiza un trabajo totalmente inmersivo en el que no solo interpreta a Elphaba, sino que se convierte en ella, dándolo todo vocal, interpretativa y físicamente. En su mirada se encuentra la película.
El resto del elenco está a la altura de sus dos protagonistas. Empezando por Jonathan Bailey, que también insufla nueva vida al príncipe Fiyero, convirtiéndolo a base de carisma y golpe de cadera en un cómico e irresistible icono bisexual durante su número, 'Dancing Through Life', uno de los puntos álgidos del film. Michelle Yeoh es todo presencia y regia elegancia como Madame Morrible, mientras que Jeff Goldblum lleva al Mago de Oz a su terreno, encontrando el punto medio entre su habitual excentricidad y el homenaje sincero a la creación de L. Frank Baum. Desde Elphaba hasta el cuerpo de baile al completo, no hay papeles pequeños en 'Wicked', y Chu se asegura de ello con una excelente y generosa dirección de actores.
El maravilloso y político mundo de Oz
Una película de 'Wicked' tenía que ser grande sí o sí, y Chu era la persona indicada para hacerlo (es bonito pensar que ha tardado tanto en hacerse porque el proyecto estaba esperándolo a él y a este reparto). El director de 'En un barrio de Nueva York' entiende perfectamente el género y firma un espectáculo de magia y épica desbordante que no solo hace justicia al musical, sino que lo amplía exitosamente, utilizando el lenguaje cinematográfico para traducir la obra a la pantalla con virtuosismo y emoción.
La película sigue los compases de la versión teatral, pero también añade muchas variaciones, así como elementos de la novela y del imperecedero clásico de Victor Fleming de 1939. Todo para componer un retrato caleidoscópico de Oz que va de lo íntimo, a través de la preciosa relación -de enemigas a mejores amigas- de sus protagonistas, a lo sociopolítico.
Y es que el argumento de la película, como en el libro (de enfoque mucho más adulto), se desarrolla en el contexto de un país donde aquellos en el poder demonizan y oprimen a los que son diferentes para hacerse más poderosos, ya sean los animales parlantes, contra los que se lleva a cabo una cruel persecución discriminatoria, o la propia Elphaba, que se suma a su causa [Spoiler] destapando una conspiración que la convertirá en cabeza de turco, lo que dará pie a la trágica y descorazonadora creación de su mito popular [Fin del spoiler].
Un telón de fondo tristemente oportuno mediante el cual la película introduce mensajes de concienciación muy importantes (sobre la opresión, la corrupción, la diferencia de clases, el fascismo, el miedo al otro o los derechos de los animales), enlazándolo todo a la tendencia, tan frecuente desde hace un tiempo en la ficción, de humanizar a los villanos clásicos para desvelar que no es que sean malos, sino incomprendidos y traumatizados. Un ejercicio de empatía y reflexión que surte efecto gracias a un enfoque muy acertado en el que nada se trata a la ligera y una interpretación cargada de humanidad por parte de Erivo.
Sobra la magia, falta el color
Ahora bien, si en su mayor parte, Chu saca sobresaliente en la adaptación, hay un aspecto que ensombrece (nunca mejor dicho) el espectáculo: su irregular apartado visual. Los números musicales están excelentemente coreografiados, filmados y editados. Los decorados y el vestuario son impresionantes. Y la puesta en escena está cuidadísima, todo lujo, fantasía y extravagancia musical. Por eso da pena que algunas decisiones desluzcan el resultado, como el color, bastante apagado para ser supuestamente un tributo a la era del Technicolor, la iluminación (¿por qué grabar los momentos de Glinda y Fiyero en 'Dancing Through Life' a contraluz?) o algún que otro cuestionable plano digital que no se puede pasar por alto en una superproducción de esta envergadura.
Por otro lado, se ha hablado mucho de la duración de 'Wicked' y la decisión de dividir la película en dos partes. Las dudas son lógicas y comprensibles teniendo en cuenta que el metraje de la primera parte de la adaptación (2 horas y 40 minutos) es prácticamente igual a lo que dura el musical entero. Esto responde a varios motivos: la expansión del material y la diferencia entre medios. Hay que tener muy en cuenta que lo que funciona en el escenario no tiene por qué hacerlo en la pantalla, y viceversa.
Muchos espectadores se sorprenderán al ver "Wicked: Parte Uno" en los créditos iniciales, o se quedarán boquiabiertos con el "Continuará" después de 'Defying Gravity', el número principal. Pero lo cierto es que Chu y sus guionistas, Winnie Holzman (la responsable del libreto original) y Dana Fox, justifican con creces la duración, aprovechando cada minuto para matizar, ampliar o enriquecer la historia y a sus personajes. Es verdad que hay altibajos -no todos los números son tan memorables y sobre todo al principio puede tardar en coger impulso-, pero en general, esos 160 minutos apenas pesan gracias a una historia que mantiene el interés, para culminar en un clímax de tal intensidad que deja sin aliento y hace levitar sobre la butaca.
Todo se dirige hacia ese himno que es 'Defying Gravity', una de las canciones más famosas, y también difíciles de cantar, de la historia del teatro musical. Y precisamente por eso, Chu y su reparto entienden que el viaje para llegar ahí es tan importante como la escena en sí, que está planificada con un apabullante sentido de la tensión y la anticipación. La intención era hacer un blockbuster musical y aquí es donde definitivamente nos damos cuenta de que lo han conseguido.
Todo lo que ocurre antes -el desarrollo de Elphaba, su relación con Glinda, la construcción política de Oz- tiene una razón de ser y se usa para que 'Defying Gravity' cause el efecto de catarsis deseado. Así concluye una primera parte llena de sentimiento, energía y asombro, que divierte, conmueve y se enorgullece de ser un musical, mientras enarbola con el mito de Elphaba una preciosa oda a la diferencia, tan pertinente en 2024 como hace 22 años. Al igual que Erivo, la adaptación alcanza las notas más altas posibles, dejándonos ansiosos por ver la segunda parte. Y que sepamos exactamente cómo termina la historia es lo de menos.