Los niños perdidos

Si tuviera que definir a Santiago Segura sería que es un oportunista pero también un entertainer, un gran comercial que sabe lo que vende y cómo venderlo y a quien recurrir para triunfar y a lo largo de su carrera lo ha demostrado dejando claro junto a Bayona y Amenábar que son los directores más taquilleros de este país, pero aquí no vengo a hablar tanto de taquilla y comercialismo sino de calidad y a decir verdad el cine de este hombre no es que tenga mucha calidad pero sí un presupuesto ajustado y acorde a lo que propone, algo funcional y entretenido sin dobles lecturas ni grandes ambiciones, digamos que cumple.

Tras los éxitos de las dos entregas de 'Padre no hay más que uno', Segura ha metido el acelerador en pandemia adaptando una especie de remake español de una película italiana, algo ya habitual tanto en las propias cintas citadas de Segura como muchas otras ya que 'Sin rodeos' también se iba por esa rama tan popular de hacer remakes adaptados a las culturas y costumbres de cada país. Aquí quizás el título Asturias pues mucho no tiene que digamos ya que se siente una cinta bastante barata y poco expansiva en cuanto a localizaciones más allá de las estaciones de tren y las peripecias en las que se meten Segura, Harlem y El Cejas.

Si bien la cinta no pretende ir más allá en su mensaje que la responsabilidad en la familia tanto de padres como hijos y con un espíritu más gamberrete con amiguetes incluidos del director (algunos funcionan como los hippies y otros no, como Pedroche) resulta una cinta funcional en duración, ritmo y comedia aunque no vaya más allá, ni rompa estereotipos ni tampoco aporte mucho ingenio al género.

Los momentos de vergüenza ajena si están en la cinta (la escena postcréditos por ejemplo) en el caso de David Guapo con algunos chistes un tanto cuestionables como El Cejas que a diferencia de la anterior colaboración donde no tenía líneas de diálogo aquí le han dejado suelto y ha sido bastante bochornoso.

Son dos lastres que restan bastante a la cinta tanto en el humor como en el interés que pueda haber en la trama además de un pasadísimo de rosca Florentino Fernández resultando una versión Hacendado del revisor de la estación de tren de 'La invención de Hugo' en la piel de Sacha Baron Cohen.

Hay muchas situaciones forzadas, deus ex machina y conveniencias pero tampoco es la cinta para estar con libreta y boli porque no tiene esas aspiraciones ni objetivos más allá de desconectar un rato y reírte de las locuras en las que Leo Harlem mete a los personajes que es el salvador de la cinta una vez más como pasó con Mackey y con El mejor verano de mi vida. Muchas dotes interpretativas no tiene pero su naturalidad le están convirtiendo en el Paco Martínez Soria de este siglo con su estilo e ingenio humorístico del que más de una carcajada te arrancará y no olvidarás.

En definitiva, una película entretenida y divertida para los más pequeños, no es la más rompedora, inteligente, ingeniosa o didáctica que pudiera enseñar para el público infantil ya que alguna pirada de pinza está presente, es un tema bastante recurrente el de niños desatados y no tiene un mensaje tan potente o trascendente y satírico como hubiera planteado Segura en otras ocasiones. Quizá el haberse apresurado tanto en esta pandemia le ha pasado factura un guion más pulido, menos repetitivo y tan autocomplaciente. Aún así, si la taquilla necesita recuperarse, gracias a estas pelis le dan un empujón a este tiempo tan difícil para el séptimo arte.

Lo mejor: Leo Harlem y su escena con los Hippies.

Lo peor: David Guapo y su intento de hacer gracia.