Autohomenaje fallido

Que Roman Polanski es un director con mucha capacidad está fuera de duda. Otra cosa diferente es que sus películas estén más o menos inspiradas, ya que desde reescribir géneros enteros, hacer revisiones históricas desde una demoledora y certera visión e incluso realizar adaptaciones literarias que lleguen incluso a mejorar el original, pasamos a verdaderos peñazos pedantes, desmedidas comedias sin gracia o incluso irrelevantes cintas, impropias de alguien que ha sido capaz de dirigir "Chinatown", "El Baile de los Vampiros", "La semilla del diablo" o "El Pianista".

Por eso, enfrentarse a una película de este hombre es un poco como echar una partida de cartas en la que te puede tocar desde un repóker de ases... a nada. Algo sin duda desconcertante, sobre todo por las expectativas que uno puede generarse con esas premisas: si vamos a ver una película de un merluzo, por poco que haga algo bien, ya salimos por lo menos con la sensación de no haber perdido el tiempo. Pero si vamos a ver la última película de un cineasta que ya ha demostrado -con creces- que sabe hacer las cosas y lo que vemos es algo que está muy por debajo del nivel de sus obras inspiradas, sin que llegue a ser malo, terminamos por estar decepcionados. Es como si un famoso cantante de ópera estuviera afónico y sólo llegara a unas determinadas notas de la escala, que sin estar mal, no llega ni por asomo a su registro habitual.

Polanski ya lleva un tiempo -concretamente, desde "El Pianista"-aunque "Un dios salvaje" no estaba mal del todo...- en que no termina de acertar, no termina de cuajar. Posiblemente, imbuido de la inercia propia del cine francés: de hecho, creo que en toda su filmografía sus mejores películas han sido las producidas con Inglaterra. En este caso y con guión del sobrevaloradísimo Assayas ha adaptado la novela de Delphine de Vigan que parece encajar a la perfección en el complejo universo creativo de este director, con las referencias innegables de la asfixiante "El Quimérico Inquilino" y la fascinante "Repulsión": una famosa escritora se ve sobrepasada por el éxito de sus novelas, y en pleno proceso de búsqueda creativa conoce a una misteriosa joven que parece que viene a ordenar el caos de su vida...

Otra referencia obligada es "La novena puerta", que también tenía la referencia literaria como piedra de toque y punto de partida, y aunque tenía elementos esotéricos, buceaba muy bien en el mundillo de los libros, las filias y las fobias. En este caso la historia tiene su centro de gravedad absoluto en la protagonista, que tiene a una esforzadísima Emmanuelle Seigner -esposa de Polanski- algo perdida en un personaje que tiene un desarrollo deficiente y poco creíble. No obstante, la brillante narrativa suple carencias en la historia que podía haber evolucionado mucho mejor y que a la postre, con nada que recordemos películas con escritores como protagonistas -desde "Misery" hasta "El Resplandor"...- todo resulta previsible. Demasiado previsible.

Lo que sí transmite el film es ese sentido malsano y perverso presente en toda la filmografía de este director, como un pequeño pliegue de una cortina que deja entrever mucho más de lo que parece. La pena es que esa promesa de descubrir algo interesante, algo mejor, algo sorprendente que además encaje en todo ese complejo universo de Polanski, se queda en eso: en un deseo, en un autohomenaje fallido de su propia obra que no termina de rematarse.

Con una caligrafía cinematográfica tan exquisita, con películas en su haber de tan gran calado en la historia del cine -así como suena...- yo personalmente no le permito a Polanski que haga garabatos. No puedo soportar la mediocridad en directores de su talla, y mal que nos pese, esta es una película mediocre, como todo lo que lleva haciendo desde hace más de quince años. Esperemos que espabile un poquito y que a sus 84 años, vuelva a recuperar el pulso y pueda regalarnos películas más acorde con sus mejores obras.