A orillas del Mississippi
Sin spoilers
Puede que ese magnífico cartel con aires de cómic de Conan o algo similar pueda engañar a muchos; incluso más de uno ha ido a ver Black Snake Moan pensando que iba a encontrarse una película de explotation como aperitivo de Grindhouse.
Pero que nadie se engañe.
Black Snake Moan es una historia moralista disfrazada de sexo y blues, y poco más.
La segunda película de Craig Brewer nos sitúa en Tenesse, en la actualidad, donde las banderas sureñas siguen ondeando en las astas de las casas. Allí, en un pequeño pueblo donde parece que el tiempo no ha transcurrido para muchos, Lazarus (Samuel L. Jackson), un viejo bluesman, se ha quedado sólo tras divorciarse de su mujer, que le ha abandonado por otro. Un día, de vuelta a casa, se encuentra a la joven Rae (Christina Ricci) inconsciente en la cuneta y medio desnuda, y el bluesman decide socorrerla. Una vez recuperada, Lazarus descubre que Rae es ninfómana y, desoyendo los consejos del reverendo R.L (John Cothran Jr.), tratará de curarla a su manera. ¿Cómo? Atándola con una cadena al radiador de su casa y obligándola a mantener un forzoso celibato. Pero todo cambiará con el regreso del novio de Rae, Ronnie (Justin Timberlake), que cree que el anciano Lazarus se está aprovechando de la debilidad de Rae.
Lo cierto es que tratar de definir en pocas palabras Black Snake Moan es ciertamente complejo, y en su mayor parte no para bien: con una media hora inicial centrada en los contínuos affairs de una escuálida aunque provocativa Christina Ricci, Black Snake Moan divaga entre uno y otro tema sin dejarnos claro hacia dónde pretende ir. En ocasiones su trama tiene aires surrealistas, en otras nos recuerda a un drama costumbrista, en algunos momentos se diría que estamos viendo una comedia alocada, y en otros un soporífero sermón dominical. De hecho, lo único que permanece a lo largo de la película es el blues, tanto en su banda sonora como en ciertas escenas en las que Samuel L. Jackson rasga unos acordes y se nos pone a cantar; bastante bien, todo hay que decirlo, aunque a la tercera canción ya comienza a cansar.
Pero, en resumidas cuentas, Black Snake Moan podría definirse como un drama sureño con tintes de comedia, si es que esta definición resulta plausible. Y es que todos los tópicos que podáis recordar sobre el sur de EE.UU, Mississippi a la cabeza, los vais a encontrar en la película: historias de blancos y negros, lenguaje levemente soez, bares deprimentes, historias tristes que recordar, blues, botas de cowboy y una profunda devoción de sus parroquianos; aunque, tal y como afirma Lazarus casi al final de la película, todo termina por resumirse en una sóla palabra: el amor.
Lo malo es que la historia de amor entre Rae y Ronnin deja bastante que desear, más que nada porque Justin Timberlake apenas aparece al inicio y al final de la película, en una interpretación no demasiado convincente; por contra, las actuaciones tanto de Christina Ricci como de Samuel L. Jackson resultan bastante logradas, sobretodo en la primera mitad de la película, ya que las divagaciones del propio guión terminan por minar la credibilidad de sus personajes.
Y es que la moralina campestre que desprende la película nos resulta un poco distante, por lo que Black Snake Moan parecer estar más enfocada a un público yankee (pero yankee, yankee...) que a un público internacional, al que la fe devota de sus parroquianos y el sempiterno blues como telón de fondo puede dejar indiferente.
Así y todo, Black Snake Moan es una película diferente, al menos esa es la sensación que nos transmite en un principio, y sus casi dos horas se pueden soportar con levedad. Eso sí, no espereis recordar demasiado de la película una vez hayais salido de la sala.
Críticas de los usuarios
goethemola
Puede que ese magnífico cartel con aires de cómic de Conan o algo similar pueda engañar a muchos; incluso más de uno ha ido a ver Black Snake Moan pensando que iba a encontrarse una película de explotation como aperitivo de Grindhouse.
Pero que nadie se engañe.
Black Snake Moan es una historia moralista disfrazada de sexo y blues, y poco más.
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