Amor terrenal

Acostumbrados a las historias de amor, que saturan tanto el cine como los efectos especiales, resulta muy complicado emocionarse con nuevas propuestas, ya que los clichés se han apoderado de buena parte de lo que nos encontramos en la sala de cine. Pero no es imposible encontrarse con películas sinceras, capaces de componer personajes creíbles, a los que podríamos conocer y con los que identificarse no parezca el objetivo de un guionista sino de la naturaleza. 'Carol' juega en esa liga. La relación lésbica en una época en la que la mentalidad no se había desarrollado lo suficiente -aunque hoy en día tampoco podamos cantar victoria- es el epicentro de este relato, aunque el término "lésbica" realmente no influye, ya que lo que nos encontramos es una bella historia de amor entre dos personas con diferentes miedos y mismos deseos. Como nos ha ocurrido a todos.

El contraste entre la joven interpretada por Rooney Mara, que todavía no sabe dónde ubicarse en un mundo por el que vaga sin conocer ese planeta ni a sí misma, y la curtida en la vida Carol, encarnada por Cate Blanchett, enriquece la película al mostrar dos diferentes generaciones y poder abarcar dos mentalidades diversas que convergen en lo más importante. La habilidad de Todd Haynes para orquestar esta deliciosa historia es interesante, aunque a veces se deje llevar demasiado por un estilo que puede llegar a alejarse de los personajes en los que recae absolutamente todo el peso de la narración. Aunque corrige rápidamente esos desvíos con preciosos y preciosistas planos de ambas, compuestos al detalle y quizá demasiado como una maqueta a escala real.

Dependiendo de la mentalidad de cada uno, puede chocar más o menos la relación. Pero a estas alturas ya deberían plantearse seriamente su mentalidad aquellas personas que sientan rechazo solo por ver a dos mujeres protagonizando una película. O directamente podrían ver 'La vida de Adèle'. Aplaudo el trabajo de Haynes, porque es indudable el riesgo que, desgraciadamente, sigue suponiendo enfrentar a dos actrices, de gran talento por cierto, en un proyecto cinematográfico. Y aquí Mara y Blanchett brindan un recital incesante de miradas, gestos y, en definitiva, emociones plasmadas físicamente, que quedan inmortalizadas por la encomiable visión de su director.