Kusama contenida y Kidman desatada

Para todo aquel que busca un cine de terror diferente al que se ha normalizado en los últimos años, el nombre de Karyn Kusama le será familiar. Más allá de labrarse una fama con la fallida 'Aeon Flux', las dos siguientes propuestas de la directora norteamericana consiguieron crear en torno a su figura toda una legión de adeptos e, irremediablemente, de detractores. Puedo decir que por 'Jennifer's Body' pero especialmente por ese magistral ejercicio de tensión llamado 'La invitación', yo me incluyo en el primer grupo, valorando lo arriesgado de sus propuestas y su capacidad para crear tensión de la nada y sorprender al público, independientemente de que a éste le guste el resultado o no.

Por todo ello, mis ganas de ver la nueva película de Karyn Kusama eran considerables y mi reacción al terminar de ver el film no reflejaba la ilusión inicial. No porque no me hubiera gustado lo que acababa de ver, sino porque sentía que algo faltaba, que se me escapaba ese elemento de insatisfacción (dicho de manera positiva) que me dejaron esas otras dos películas, a pesar incluso del plot twist final que no revelaré. Es por ello que me cuesta valorar del todo una película de la que esperaba tanto y que, sin embargo, me ha dejado con ganas de más. No por ello hay que menospreciar el increíble trabajo tanto de Kusama como el del compositor Thedoro Shapiro, que nuevamente vuelve a sumergirnos en un mundo misterioso e imprevisible con esos temas que siguen siendo útiles para la tensión narrativa. De hecho, y al igual que otro ejercicio de thriller de "autor" de 2018 como fue 'Viudas', el film de Kusama no es nada desdeñable, estando sólo un peldaño por debajo de otros grandes thrillers de la última década como 'The Town', 'El año más violento' o 'En realidad, nunca estuviste aquí', otro buen ejemplo de que el coto del thriller realizado por mujeres no es sólo de Kathryn Bigelow. Pero, aún así, le sigue faltando ese punto de locura y exageración, sabiendo que se podía sacar más partido a las escenas de acción (como esa redada en el banco magníficamente rodada) y los flashbacks que sirven más para matizar los personajes que para imprimir verdadera tensión y dramatismo.

Por el contrario, la película se vuelca al máximo en la figura de Nicole Kidman (por no decir que se pone por completo en sus manos), con todo lo que ello conlleva. El resultado es un thriller con menos acción de la que debería y más espacio y tiempo para la construcción del personaje (de nuevo, a través de los flashbacks) tratado hasta cierto punto de una manera intimista. Es por ello que la contención de Kusama como directora se ve compensada por el increíble despliegue interpretativo de Nicole Kidman, a la que ni siquiera con una gran capa de maquillaje (podrían decirnos que es en realidad Naomi Watts que no resultaría inverosímil) es posible ocultar, siempre con esa imponente mirada que contrasta con el desgaste físico del resto de su cuerpo. 'Destroyer' se encomienda a la actriz de origen australiano y sale con soltura, pero en el próximo proyecto de Karyn Kusama uno preferiría ver antes a la directora que a la actriz, que aquí se contiene demasiado en favor del lucimiento de su colosal protagonista.