Donde tengas la olla...

Fernando León de Aranoa intenta hacer una nada sutil crítica del trabajo y las clases en la persona del personaje de Javier Bardem, un jefe muy cañí y campechano que con cierto aire cómico oculta lo que en realidad es. La película está plagada de referencias como la entrada a la fábrica que emula la del campo de concentración de Auschwitz, o esos mensajes en las paredes...

Sin embargo, y creo que inconscientemente, al final 'El buen patrón' acaba con un mensaje bien distinto al que inicialmente pretendía transmitir: en la empresa todo se mueve gracias al sexo, da igual lo abajo -o arriba- que estés en el organigrama.

Y es que, salvo la trama del pobre hombre jubilado, el resto de personajes se mueven consciente o inconscientemente gracias a eso: la becaria consigue un ascenso porque se tira al jefe, la secretaria consigue un pase por haberse tirado a un superior y delatarle, el compañero que defenestra a otro porque se estaba tirando a su mujer...

Vale que luego la trama intente reconducirlo todo a la figura de Bardem y a cómo este acaba usando los contratiempos a su favor, pero lo cierto es que ese mensaje acaba siendo prácticamente anecdótico y se ve desdibujado por esa sobresexualización de todas las tramas. Parece, además, que es sobre todo la mujer la que debe utilizar estas tácticas para prosperar en la empresa. Pero León de Aranoa parecía tan entusiasmado a la hora de montar metódicamente su crítica social que le chorrea por detrás otra aún más grande que acaba por dar un giro al mensaje de 'El buen patrón'.