¿Sabéis como tengo la polla?

INFLADA! De enfrentarme con toda esta escoria, toda esa mugre, de poner en su sitio a todos los malditos desgraciados que campan a sus anchas y alteran la paz y el orden privado de cada uno. Toda esta maldita porquería y cochambre que además ha arruinado mi vida y me ha transformado en ese ser que soy, un lobo solitario que trata de huir de ese tormento e incapaz de rehacer mi propia vida sin fuerza suficiente, ya que toda mi atención y perseverancia van dirigidas a olvidarlo todo, pero por más que me intente evadir noto como si toda esa cochambre me persiguiera y pidiera a gritos un castigo acorde a sus actos.

Por eso me veo obligado de arrancarme de un tiro toda esa lástima y el desgarrado dolor que llevo dentro para acabar con ese mal que de nuevo me asalta y degrada todavía más mi entorno. (...) Y con las manos surcadas de venas de odio estoy dispuesto a salir adelante y reventar con toda mi rabia esos cráneos vacíos de sesos contra el desvalijado suelo de madera sobre el cual estoy y no parar de golpear esas putas caras deformes, víctimas de mi odio, que sin embargo sirve para ayudar a un grupo de buenas personas, y que mi carisma, las reacciones de estos y la situación pueden llegar a servir incluso para arrancar carcajadas a espectadores con buena visión y sabedores de apreciar lo que ven. Así que tras protagonizar una dura pelea, regreso a mi cochambroso piso alquilado, subiendo la desvalijada escalera con la cabeza gacha, pero satisfecho y ya no tomo más alcohol, tiro al carajo la botella de ese abrasador bálsamo pernicioso, que no sirve más que para llenar mis células de un poco más de veneno, y como de eso no me falta, prefiero tenerlo en forma de adrenalina que corre a presión por mi sangre. Me cuesta mirar a la guapa mujer que vive en el piso de al lado, es el fruto de mi tormentoso pasado, es la inevitable consecuencia, tendré que vivir con esa espina, aguijón descomunal que quebra en dos mi maldito lomo, clavada el resto de mi vida. No soy capaz de levantar la mirada nisiquiera cuando ya parece que he acabado con esta etapa de mi castigo; la pesada losa que llevo consigo me lo impide, pero procuro que esa mujer tan bella me recuerde con buenas palabras al menos durante un tiempo. Acto seguido, una vez finalizado el castigo me marcho a seguir con mi destino y a seguir castigando a todos esos infames con mi corazón y la espalda dolida, pero que parecen sentir alivio cada vez que clavo mi puño en el rostro de algún indeseable o reviento a disparos a algún maldito hijo de puta que merece ser castigado.