Imposible cambiar de canal

Pasan los años y 'El diablo sobre ruedas' sigue siendo una clase magistral de tensión narrativa, que explota al máximo las posibilidades visuales de la persecución que sustenta su escueto argumento. Pero pese a su virtuosismo, en base más a ingenio y talento que a presupuesto, sobresale especialmente el fragmento en el bar de carretera, donde el protagonista comienza a imaginar quién podría ser el conductor del camión que le está acosando. En esta secuencia, que inteligentemente dilata la narración, se nos anticipa en mayor medida el cineasta que acabaría siendo Spielberg que en las secuencias de acción, que llegan a sentirse estiradas durante el metraje. No ayuda que el protagonista y su interpretación sean lo más frágil del conjunto. No termina de dotarle de psicología y su derrumbe psicológico se queda a medias, siendo la pieza que falla para engrandecer ese final tan propio de una novela de Richard Matheson sobre la inmensidad del universo y lo diminuto de la presencia del ser humano. En todo caso, aunque sus virtudes son inapelables y es imposible cambiar de canal cuando la ponen en la tele, dista de estar entre las mejores películas de Spielberg, como a menudo se suele considerar.