Así habló Chaplin

Presionado por la nueva moda del cine sonoro, la cual ya se había iniciado en 1927 (consideraba que hablar sería el fin del personaje del "vagabundo" Charlot, cosa que así fue), Charles Chaplin dio un paso más allá de sus primeros pinitos audibles en "Tiempos Modernos". En constante lucha por resaltar los males de la sociedad a los que sí había una solución, el director, como firme partidario de la democracia, decidió criticar a un mal que se les venía encima, aunque nunca se hubiera imaginado cuánto (llegó a afirmar que si hubiese sabido lo que pasaría posteriormente, nunca la hubiera filmado).

Aprovecha su enorme parecido a Hitler para crear una burlesca parodia de su persona, además de compaginarlo simultáneamente con un entretenido drama de un barbero judío alemán (tomanio) que tras salir de una amnesia profunda, ve a su país peor incluso de cuando sufrió el accidente durante la 1ª Guerra Mundial. La conclusión es simplemente brillante, inigualable por nadie. El discurso final no es solo cine, si no un mensaje de libertad que divulgó con su cine y su prestigio (tras esta película sería tildado de Comunista), con esperanza de que quedase inmortalizado para siempre, para que el hombre no olvide nunca que somos todos iguales.

Las consecuencias fueron tan adversas como se podía imaginar: La Alemania nazi le vetó de por vida (aunque se rumorea que Hitler solicitó más de una vez que le pusieran el film), a la Rusia comunista no le gustó tampoco demasiado este tono tan burlesco de defender "sus" ideales, y por último, en Estados Unidos se ganó aún más el desprecio de los sectores más conservadores.

En conclusión, esta es una cinta inmortal, cuya transcendencia sale de la pantalla para concienciar al mundo, y demostrar que el cine no es solo entretenimiento, si no también un vehículo de la información y el conocimiento.