Sorkin gana en las obras finitas

Aaron Sorkin siempre me ha parecido un maestro a la hora de crear personajes y establecer historias. Sin embargo, todas sus series han pecado de lo mismo: la dificultad que tiene cuando se trata de crear una trama longeva en el tiempo. Y lo que acaba comenzando como una obra de arte va poco a poco a desmadrándose y mucha veces perdiendo el sentido.

Por eso, Sorkin siempre va a funcionar mejor en películas que en series de televisión. Y en "El juicio de los 7 de Chicago" no es una excepción. Hay que reconocerle el mérito de coger una historia real que no tiene demasiada chicha y crear unos personajes y una trama lo suficientemente bien llevados como para enganchar las dos horas que dura.

Es lo bastante inteligente como para aprovechar el talento de primera que incluye el reparto y crear una burbuja sencilla donde desarrollar los personajes. La película podría haber ofrecido muchísimo más contexto histórico del que ofrece y haber expandido sus miras, pero seguramente en su simplicidad está la clave de su éxito.

Si algo falla en "El juicio de los 7 de Chicago" es que se está contando una historia realmente insulsa y con poco contexto. La película a veces peca de agorafóbica al salir muy poco del juzgado y tres o cuatro localizaciones más. Al menos es un filme honesto, que no busca convertir en héroe a quién no lo fue. En una temporada normal no pasaría de un producto más que correcto, pero ante las escasas ofertas de este año destaca más, especialmente con su guion, que sigue siendo uno de los puntos fuertes de Sorkin.