
Lo más vital
Sin spoilers
Tras los irregulares resultados de películas como 'Maléfica' o 'Cenicienta', y ante el anuncio de que Disney nos va a bombardear con media docena más de remakes de aquí a 2019, reconozco que me daba bastante pereza sentarme ante 'El Libro de la Selva', que además, y como era de esperar, tiene más similitudes con aquella maravillosa y jovial cinta de animación dirigida por Wolfgang Reitherman en 1967 que con los libros originales de Rudyard Kipling.
Como espectador adulto, cuesta sumergirse en los primeros minutos de la historia: no sé si será porque ya peinamos canas, pero cuando uno ve en pantalla a un lobo, una pantera o un tigre de bengala hablando con una perfecta dicción y con una sincronía perfecta en los hocicos (un detalle que se percibe a la perfección en la versión original), ya sabemos que todo se lo debemos a un equipo de genios del CGI, y que en la realidad ahí no hay un "bicho parlante" sino un montón de píxeles insertados sobre un croma verde.
Pero debo decir que, si uno olvida sus prejuicios y se deja atrapar por lo que el director Jon Favreu nos propone, el resultado será no solo placentero sino incluso de lo más gratificante: este 'Libro de la Selva' tridimensional tiene varios aspectos a destacar, como su amplio abanico de carismáticos personajes, un guion perfectamente estructurado con unos notables puntos de interés dramático, una planificación excepcionalmente cuidada para el visionado estereoscópico y un tratamiento narrativo bastante "realista" e incluso por momentos tenebrista (con la aparición del imponente rey Louie o la violenta muerte de algún personaje importante), con escenas muy alejadas del optimismo colorista que se le presupone a una cinta de corte familiar.
Nos encontramos ante una película pensada para el disfrute de los hijos con sus padres, y para que éstos les expliquen, les guien, les acompañen en esta peripecia donde el gozo de la vida y la tragedia de la muerte se muestran con delicadeza pero también con contundencia. Fravreau nos ofrece un festival de aventuras, humor, pero también de emociones y peligro, para transmitir, sobre todo a una nueva generación de espectadores (que probablemente hoy no vería el original animado por ser "antiguo"), una fabulosa moraleja sobre la amistad, la lealtad y el respeto hacia la naturaleza y a todos los seres forman parte de ella. Que una producción económica y tecnológicamente tan fuerte apueste por un mensaje pedagógico tan ecologista sin resultar pedante ni adoctrinador, merece nuestro respeto y nuestro aplauso.
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