
encontrarás falta de objetividad
Sin spoilers
Curioso que a estas alturas una gran superproducción se centre en la vida de un santo moderno, y además español, y más curioso aún que sea un director preciosista (pero generalmente vacío) como Roland Joffé el encargado de plasmar en imágenes la vida del señor Escrivá de Balaguer. Joffé es un hábil artesano que ya se sabe que va a realizar una película muy bonita, un regalo envuelto con un bonito lazo destinado a un público muy determinado y de antemano entregado.
Una vez más el director cumple, ya sea por encargo o llevado por una inquietud divina, con todas las virtudes que le distinguen, y consigue una película visualmente perfecta, con una fotografía preciosa (vease La Misión, Los Gritos del Silencio), una música lírico-épica conseguidísima (la música era lo mejor de las dos películas mencionadas), una ambientación espectacular (siempre y cuando no se conozca Madrid. Que alguien me diga qué plaza y qué iglesia son esas en donde se desarrolla la principal escena de la guerra en la capital) y un cuidado en los detalles dignos de una documentación estupenda.
Lamentablemente también cumple con sus peores defectos, y bajo todo ese preciosismo de tarjeta postal, transcurre una historia sosa y con poca sustancia, que se detiene en la juventud del santo y no se atreve a meterse en años posteriores donde la religiosidad de la "Obra" se mezcla peligrosamente con el dinero. Se nutre de la anécdota de santoral, como de dónde viene el nombre de "Opus Dei", del acontecimiento de su infancia que catapultó a la santidad al futuro sacerdote, o del castísimo beso robado en el parque. La historia avanza con estas estampitas, muy bonitas y emotivamente plasmadas, eso hay que reconocérselo a Roland Joffé, que hubieran ilustrado cualquier libro de vidas de santos de los que leían nuestros abuelos.
Un rasgo evidente y que hace pensar en película de encargo es la total falta de objetividad. Gran parte de los hechos transcurren durante la guerra civil en Madrid, y las escenas de quemas de iglesias y de asesinatos de sacerdotes se muestran sin reparo alguno. En ningún momento se explica ni se insinúa la situación de la Iglesia española en esos años, afecta al poder y a la represión y bastante alejada por lo general de las clases humildes.
Falta de objetividad también en la figura del señor Escrivá de Balaguer. En todo momento aparece impecablemente peinado, con el pelo limpio y la raya perfecta, a pesar de que en parte de la película sea un fugitivo que huye de los rojos, esté inmerso en escenas de batalla, o cruce bajo tormentas de nieve los Pirineos, donde supongo que algo de viento habrá de vez en cuando. Ni un pelo se le descoloca. Por favor, humanicemos al santo, que ganará en credibilidad.
No solo se cuenta la vida de Josemaría. Supongo que de la infancia y juventud de Monseñor, del todo ejemplar, resulta un guion demasiado trascencental y poco atrayente para la taquilla. Sea por esto, por introducir un personaje femenino sexi en la película (la chica Bond Olga Kurilenko), o por un alarde de imaginación de los guionistas, la hagiografía de Josemaría se mezcla de un modo bastante inverosímil con la historia de un compañero de la infancia y de seminario, el malvado, pérfido y traicionero Manolo, completa antítesis del fundador del Opus. Si ya resulta increíble esta inclusión de personaje tan diabólico, de la incredulidad se pasa al aburrimiento cuando la acción salta a los años actuales y todo se mezcla con la vida del hijo de este Manolo, en una historia tópica de odio entre padre e hijo, tediosa y totalmente fuera de lugar que tan solo frena el ritmo de la película. Eso sí, al menos esta turbulenta relación termina con final feliz con la celestial intervención de Monseñor en una bonita escena con tintes sobrenaturales.
Se me olvidaba, ¿por qué no han gastado algo en teñirle el cabello a Ana Torrent? Con el pelo canoso, en sus escenas con Josemaría parecería realmente su madre, y no su hermana.
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