
Ligero derrape
Sin spoilers
Tras tres entregas que conseguían elevar el listón a la altura del notable alto, especialmente una séptima película sencillamente perfecta en su trepidante desmesura, exceso deslumbrante, la saga llegaba con la seguridad de contar con el apoyo brutal de un público entregado a la causa. Sin embargo, los aplastantes datos de taquilla obtenidos por 'Fast & Furious 8' se antojan desmedidos en comparación a los resultados artísticos de una propuesta que ha mejorado en lo que respecta al fondo, contando en esta ocasión con una historia mucho más ambiciosa e interesante que las del resto de sus predecesoras, pero que ha perdido pulso en su forma, en su músculo visual. Su clave básica. En este sentido, las miradas se deben dirigir exclusivamente al director F. Gary Gray, que se ponía a los mandos del octavo capítulo tras su trabajo en la estupenda 'Straight Outta Compton' tomando el relevo de Justin Lin y James Wan, cineastas que habían conseguido sacar el máximo partido de la saga a base de imaginación desbordante, de la búsqueda constante del más todavía, haciendo posible y excitante lo que no dejaba de ser imposible y ridículo. Las comparaciones, en este caso, son tan inevitables como dolorosas para Gary Gray, cuyos resultados quedan muy por debajo. En cualquier caso, estamos muy lejos del desastre. Pese a que algunas de las set pieces centrales se quedan en brillantes ideas desaprovechadas, como es el caso de la escena de los coches zombies, todavía tenemos momentos de explosivo espectáculo. En este terreno destaca, con especial intensidad, un clímax final imparable, pura adrenalina, en la que todos los elementos que parecían dispersos terminan, al fin, encajando.
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