La vergüenza ajena

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Crítica de 'Cincuenta sombras de Grey'

De JaviParra

07 nov 2018

1,0

Sin spoilers

Difícil tarea la encomendada a la directoria Sam Taylor-Johnson, de la cual no consigue salir airosa muy a su pesar. Llevar a cabo el traspaso a película de una novela superventas es complicado sin que te lluevan críticas por doquier. Más complicado aún es hacerlo de una novela ¿erótica? que lanzó a la aventura del leer a miles de féminas, quienes gracias a E. L. James han descubierto que hay vida sexual más allá del misionero, el perrito a oscuras y una felación cada dos sábados.

Que una señora de rienda suelta a su imaginación en plena crisis de la mediana edad me parece fenomenal. Que proyecte todas sus fantasías sexuales tras haber leído la saga 'Crepúsculo' e imaginando al sosainas de Edward Cullen como el mesías del sexo, me parece menos bien. Allá cada uno con sus parafilias y sueños húmedos. Entender el fenómeno fan de la trilogía de 'Cincuenta sombras de Grey' como una evolución del fenómeno "crepusculiano", es aterrador.

Un servidor no ha leído la novela. Ni lo va a hacer tras el visionado de tan grandísima mediocridad. La única vez que una lectura consiguió excitarme fue con 'Crash', de J. G. Ballard, esa joya de la literatura contemporánea en la que los protagonistas compartían como fetiche sexual su gusto por los accidentes de coche, y que fue muy bien llevada al cine por David Cronenberg allá por 1996. He de reconocer que algunos de los escritos del Marqués de Sade también tienen su qué, pero no quiero que penséis que soy un degenerado. Además, eso es otro tema que no viene a cuento, no por ello menos interesante que la película de la que os tengo que hablar en esta crítica de Cincuenta sombras de Grey.

Volvamos a lo que interesa. Una película erótica sobre el mundo BSDM en 2015. La idea era prometedora. Hablo de era en pasado porque desde el minuto cero en que se daba por iniciada la producción del film, parecían pesar más los contras que los pros. Reescrituras de guion, abandono de actores y la elección de la semidesconocida Sam Taylor-Johnson para llevar a cabo la dirección. Interesante hubiera sido el resultado si la película hubiera acabado dirigida por Gus Van Sant, uno de los primeros nombres que sonaron para llevarla a cabo y quien, seguramente, no sería del agrado de una productora que quería un producto lo más mainstream posible y al que no le cayera una calificación más allá de la R (restringido a menores de 17 años).

Yendo al grano, hablemos de lo que funciona mal en estas 'Cincuenta sombras de Grey', que no es poco. Partiendo de la nula química entre los actores protagonistas, Dakota Johnson y Jamie Dornan; hasta llegar a la absurdez extrema de algunos de los diálogos propios de la comedia romántica de turno de Katherine Heigl; pasando por el terrible casting de secundarios y una banda sonora con aspiración a ser la peor oída en años. Hablando de la música, el culmen llega cuando suena algo tan aburrido y soso como Beyoncé, una señora que dice hablar con Dios y que se atreve a dar mensajes de moralidad y ética cristiana. Vuelvo a desviarme del tema, lo siento?

Con una escenografía tan rompedora que parece salida de un curso avanzado de estética de anuncio de perfume, 'Cincuenta sombras de Grey' cuenta con cuatro, sí, CUATRO escenas de "sexo" en algo que se ha intentado vender como la revolución erótico-fílmica del siglo XXI (no hay nada que hacer contra 'La vida de Adèle' o 'Shame', dos ejemplos que no escatiman en cuanto a pudor), y cuyo mensaje final es el que todos nos esperábamos: mucho ruido y pocas nueces.

Las pocas ganas de arriesgar y la doble moral americana no jugaron a favor de la producción ni, por ende, del resultado final de una película que podría haber sido un buen manual sadomasoquista y que se convierte en un edulcorado cuento de barata perversión, perfecto para aquellos que se emocionaron con el trío Bella-Edward-Jacob, pues tenemos ante nosotros a la película que hará disfrutar a "la generación Crepúsculo", el paso natural del romance tedioso al sexo descafeinado.

Pero no todo anda mal en la película, pues Dakota Johnson sorprende en su carnal interpretación de Anastasia. Y lo hace para bien, otorgándole el carácter que necesita, dejándose hacer, seduciendo y entregándose en cuerpo (sobre todo) y alma. Menos bien lo hace Jamie Dornan, quien parece no sentirse a gusto en ninguna de las escenas que el público espera de tal producto. Debe ser raro eso de estar sucumbiendo a los placeres carnales yendo en tejanos. O estar preocupado todo el rato porque no le salga la minga en el plano (y el propio actor confesó que sus partes pudientes no se verían en el film y que se sintió "sucio" tras haber visitado una mazmorra en la que se realizaban las prácticas que su personaje lleva a cabo). Haber contado con otro actor que estuviera dispuesto a darlo todo hubiera sido, quizá, un acierto, tal y como ha supuesto el de Johnson, repito.

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