
Arrebatador romance gay
Sin spoilers
'Tierra de Dios' no ha parado de recibir elogios y galardones a su paso por festivales y salas de cine, y no es para menos. La película ha sido descrita como la 'Brokeback Mountain' de la campiña británica, y aunque es una comparación acertada, también es simplificarla mucho.
Francis Lee firma una poderosa historia de amor, autodescubrimiento y despertar emocional protagonizada por dos actores completamente desconocidos, Josh O'Connor y Alec Secareanu, intérpretes que se entregan de lleno a la historia para vivir en carne viva la intensa relación entre un granjero reprimido y un atractivo inmigrante rumano que acude a la granja de su familia en busca de trabajo.
Filmada con el mismo tacto con el que está narrada, 'Tierra de Dios' es un conmovedor relato sobre la aceptación de uno mismo, el deseo, la búsqueda de conexión, el vínculo al lugar y la exploración de la sexualidad en un duro entorno de aislamiento y silencio. Los actores se desnudan por completo (literal y figuradamente) para protagonizar una historia de desbordante intensidad que nos deja algunas de las escenas más románticas y eróticas que hemos visto en 2017.
'Tierra de Dios' es un trabajo hermoso, detallista y sutil, una película de gestos y silencios, de poderosas miradas que lo dicen todo, de carnales escenas de sexo que narran un primer amor con tanta fuerza como humanidad. La complicidad y la pasión que surge entre Johnny y Gheorghe nos deja pasajes de sentimientos a flor de piel y profunda sensualidad, gracias a la mirada íntima y comprensiva del director, y a las impresionantes interpretaciones de O'Connor y Secareanu, dos jóvenes de gran talento natural que se dejan las entrañas en un soberbio ejercicio de contención dramática seguido de un estallido visceral. Sin olvidar a los magníficos secundarios, Ian Hart y Gemma Jones, que también se merecen todos los elogios.
Aunque 'Tierra de Dios' presenta una segunda lectura como alegato pro-inmigración en la era Brexit, la película es por encima de todo una realista y sincera historia de amor y crecimiento personal, no exenta de dolor, pero llena de optimismo y esperanza. El poder bucólico de sus imágenes y la enorme química que hay entre los protagonistas hacen de ella una de las mejores películas LGBT del cine reciente, y en general, una experiencia cinematográfica imprescindible. De lo mejor del año.
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