
Masacre en el parque de atracciones
Sin spoilers
El aborrecimiento hacia el cine de terror está tan extendido que hasta los fans comenzamos a contagiarnos de ello. Es por esto que, cuando llega una nueva cinta de género a nuestras pantallas, lo vivimos con escepticismo y pavor a partes iguales. Pero, por fortuna, hay días en los que los dioses del celuloide te sonríen, y asistes a presenciar un espectáculo fuera de lo común en el que, nunca mejor dicho, te lo pasas de miedo.
El film que vamos a tratar nos sitúa en un gigantesco parque de atracciones dedicado por entero al terror. Allí, un grupo de amigos va a pasárselo bien, pero no sospechan que un asesino enmascarado se ha colado en el lugar para hacerles pasar una escalofriante experiencia que difícilmente olvidarán.
En una época en la que todo tiene que ajustarse a la censura del "recomendado para todos los públicos", es sorprendente, a la par que agradable, encontrarnos con una película que, lejos de dedicarse por entero a contentar al millennial medio, no tiene reparo alguno en usar toda la sangre necesaria de forma imaginativa. Y es que Hell Fest es un canto al slasher bien hecho; un homenaje a algo que, desgraciadamente, está demodé, pero que, de vez en cuando, se escabulle de su tumba cinematográfica para darnos alguna que otra alegría. Aunque lo verdaderamente delicioso de esta obra es su capacidad de sumergirnos en el recorrido por el terrorífico parque de atracciones, y hacer de nuestra estancia en el cine una muy disfrutable experiencia inmersiva, en una oda a los horrores de caretas cutres y cuchillos de cocina. Una patada en toda la boca a Blumhouse y su insufrible empeño en seguir torturándonos con "terror de diseño".
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