Yo soy de Jersey

Hola, soy Clint Eastwood, y te voy a contar una historia.

Es la típica historia de superación que ya habrás visto mil veces pero te la voy a contar igualmente, porque soy Clint Eastwood, y si no te gusta se lo dices a mi Magnum del calibre .44, pero no hará falta, ya que te va a gustar, y aunque sea una adaptación de un musical, a mí esto me la trae al pairo y hago lo que me da la gana, que ya peino canas cinematográficas, y de las otras también, así que voy a hacer una película sobre música, que no musical, y aunque al final solo falte yo dando saltos y cantando desgañitado por las calles de un Jersey edulcorado digno de Broadway (después de todo hay que guardar las apariencias), en realidad voy a hacer una película sobre el trabajo duro, y sobre tener oportunidades y perderlas, sobre la confianza, las decepciones y el perdón; eso sí, no voy a entrar muy al trapo que ya estoy mayor y el cuerpo me pide cosas ligeritas, pero no puedo evitar regarlas de cierto encanto, buen rollo y de esa sobriedad tan propia de mi cine; qué le voy a hacer, soy muy bueno.

Y el que no lo baile, no es de Jersey.

También voy a contar esa historia pintando con luz. Llamaré a mi colega Tom Stern que ya llevamos juntos desde Deuda de sangre y le voy a decir que haga de las suyas, como en Gran Torino, le diré que me dibuje tres décadas en formato panorámico y en alta definición, porque Stern conoce los secretos de la luz y cómo se mueve esta en el cine, cómo narrar con ella sin necesidad de palabras: un contraste de blancos para recrear los 50, una saturación para los 60, una luz cálida para los 70 y, listo, le damos al rewind de la memoria y transportamos a esas épocas a personas que aún no habían nacido siquiera.

Y el que no se haya teletransportado al pasado, no es de Jersey.

Luego voy a coger a un puñado de desconocidos y les voy a meter en la piel de los miembros del grupo Four Seasons, grupo que lo petó en su día con un pop muy peculiar lleno de canciones más allá de lo cantable -y bailable-, canciones de esas que no sabías que conocías hasta que las oyes de nuevo, adornadas por los agudos imposibles del que llevaba la voz cantante, Frankie Valli con i latina, y si te parece facilón el juego de palabras te invito a que lo discutas con mi amiga Magnum; vamos, alégrame el día.

Sí, voy a darle el peso de la película a estos chavales y me voy a retirar para dejarles hacer, porque aunque jóvenes ellos y desconocidos, harán que los pelillos de tus brazos juren bandera y el corazón se te acalambre en más de una ocasión y, I love you baby, aplausos, nada más que añadir.

Y el que no lo cante en falsete, no es de Jersey.

En resumen, voy a contarte una historia ligera y revoltosa, con caras nuevas salvo alguna excepción, y menuda excepción que es el señor Walken; caras y voces que te harán disfrutar de lo lindo, personalidades carismáticas, pusilánimes, amables o arrogantes para elegir, una historia estéticamente hermosa y evocadora -como una peli en blanco y negro, pero en color, si sabes a lo que me refiero-, una historia sobre lo dura que es la vida, incluso para aquellos que gozan de fama y dinero, toda una lección de humildad y amistad en dos horas que se te harán una, encima la firmo yo, que más se puede pedir.

Y el que no la haya visto, bueno, el que no lo haya visto, ¿a qué espera?, ¿a una invitación de mi bota en su culo?