La sonrisa que se tuerce

O no, otro drama en la América hillbilly más profunda; con sus borrachos, sus mascadores de tabaco, sus dientes podridos, sus pelos churretosos, sus monos vaqueros, sus camisas a cuadros, sus camionetas, sus pantanos, sus...

Si, en cierto modo, Joe, es algo típica, hay que reconocerlo, pero eso no le quita nada del mérito que se gana minuto a minuto por querer contarnos una historia dura, opresiva e incómoda -como currar un verano en la oficina- y que encima quiere llegar un poco más allá, quiere tocarnos al corazón mostrándonos lo jodido que lo tienen algunas personas en este mundo de mierda, y cuando digo personas digo chavales de quince años; y lo tienen jodido no por conseguir llegar a ser algo en la vida, ni por lograr alcanzar sus sueños como en un musical o como en una peli de Disney, ni siquiera por superar los traumas de la niñez causados por malos padres que no les querían, que también, pero no, simplemente lo tienen jodido por seguir respirando, por ganarse ese lujo que es la vida, por no acabar convertidos en carcasas vacías en una zanja, pasto de las moscas y de los perros callejeros. Miserias del tercer mundo en el corazón mismo del primero: tierra de la libertad, hogar de los valientes, yee-haa.

Pero, aún con todo, en este mundo jodido de Joe -que es a la vez tan nuestro- la esperanza sigue siendo la hermana guapa de la miseria, y si queremos meterle mano a la una no tenemos más remedio que sacar a bailar a la otra, o dicho de otra forma, siempre podremos poner una sonrisa en nuestra cara, aunque se tuerza y se retuerza de dolor.

Joe, es un violento western moderno, sí, violento porque es necesario, porque el mundo que narra lo es, un mundo en constante conflicto con la dignidad humana, con unos personajes algo maniqueos, algunos, o bien tienen momentos en los que se convierten en simples pantomimas del mal, pero también es cierto que hay otros momentos donde el elenco consigue hacer que esta película sude cine por sus cuatro costados: una bofetada inesperada; un hijo rogando a su padre borracho que se levante y le acompañe a comprar comida; una casa que no tiene luz ni tiene agua pero tiene gente sin voluntad ni propósito ni nada más que la piel que les cubre los huesos podridos de humo y alcohol, una casa que no es una casa, es un vertedero. Y ahí es donde vive el joven coprotagonista, luchando por una familia a la que le importa una mierda si el mundo se acaba al día siguiente, un chaval que consigue transmitir a la perfección el empuje y la determinación vital de aquellos que no tienen nada pero lo quieren todo.

En la otra cara de la moneda tenemos a Joe, el personaje que da nombre a la película, es decir, el sempiterno irregular actor Nicolas Cage, haciendo lo que mejor sabe hacer, atormentarse, pero aún así no le sale del todo bien, solo consigue sacar esa caricatura de antihéroe que lleva tanto tiempo interpretando y que ya tiene cosida a la cara, no, no está a la altura de los demás actores de esta película, aunque al menos sirve de pivote y aporta lo justo y necesario para que la historia se desarrolle.

Es increíble lo que el actor que interpreta al padre del chico ha sido capaz de hacer en esta película, o tal vez ni siquiera sea un actor, puede que solo sea un borracho al que le dieron una botella de licor a cambio de un par de frases frente a la cámara, sobrecogedor.

Es una película que podría haber conseguido mucho más si hubieran escogido a otro protagonista, es cierto, y también si hubieran dosificado mejor el ritmo y la intensidad de la narración, principalmente al final de la película, en ese clímax tan arrollador como predecible, aunque si el director de la cinta hubiera tomado esas decisiones seguramente le hubiésemos perdonado todo, incluso ese final tan clásico, ya que estaríamos hablando de una de las mejores películas de los últimos años, una lástima que no haya sido así.