Crítica del no-fan

Resulta difícil no contagiarse de las pasiones que levanta 'John Wick' entre sus más acérrimos seguidores. Empezó como una pequeña cinta de culto y, tras esta tercera entrega, parece haberse confirmado ya como una de las sagas de acción contemporáneas más exitosas. Con permiso, eso sí, de 'Misión Imposible'. Sin embargo, ¿qué pasa cuándo uno entra a ver 'John Wick: Parabellum' sin sentirse parte de este universo?

Podría ser obvio decir que para ver esta tercera entrega es necesario haber visto las dos anteriores, pero en gran medida no tiene por qué ser así. En 'Parabellum' hay una trama principal que deriva de las dos anteriores películas, pero el argumento es tan ínfimo que podría no ser indispensable para seguir el film. De hecho, la película podría funcionar perfectamente de manera individual porque, siendo esta la tercera entrega, apenas sabemos nada del personaje interpretado por el inmortal Keanu Reeves. Pero es que, en mi caso particular, sigo sin entrar del todo en este universo del Continental, La Alta Mesa y demás elementos fantásticos más acentuados que nunca en esta última película. Lo mejor de todo es que, para un no-fan, la película es altamente disfrutable en cuanto a que todo el rato están pasando cosas, la acción no decae en ningún momento y eso hace que durante gran parte del largometraje nos olvidemos de aquella trama principal, de los personajes y casi de cualquier cosa.

Así pues, 'John Wick: Parabellum' no profundiza mucho en sus personajes ni recorre todas las posibilidades del universo que propone, pero sí aumenta las dosis de sangre, violencia estilizada y escenas de lo más rocambolescas (que incluyen desde libros a caballos o perros con chalecos antibalas) que harán las delicias tanto de los fans como de los que no son tanto. Porque, al fin y al cabo, a falta de James Bond buenas son las tortas de John Wick.