La "mitología" almodovariana

Cogí con ganas 'Julieta' y me entusiasmaban esas expectativas por ver al Almodóvar más maduro, más cargado de escenas meditadas y con la historia, quizá, más descarnada de su carrera. El caso es que la vi cuando la echaron el pasado domingo en TVE, con el "peso" de esas nominaciones, prácticamente obligadas, al Goya y con los pasitos que dio hacia la puja por el Oscar.

Una nueva historia de personajes femeninos, las musas de Almodóvar vuelven a la carga con una magnífica Emma Suárez (con la que el manchego debería haber trabajado hace muchísimo tiempo porque es una mujer Almodóvar perfecta) y una joven Julieta, a cargo de Adriana Ugarte, que también transmite bastante. El cineasta vuelve a hacer mella en el color rojo, insiste en abrir en canal a sus protagonistas femeninas para así contar una historia de dolor y rabia, con el tiempo muy medido, la estructura pensada de antemano y una Rossy de Palma que, la verdad, si te mira te fulmina.

Lo que más me cojeó al verla fueron quizás los personajes más secundarios, sobre todo el que encarna Inma Cuesta. Se te queda un personaje plano al que sólo recurres para ciertos giros de trama y que, por lo demás, te interesa lo justito. Y, al final, tanto esfuerzo medido matemáticamente por hacerte sufrir al ver 'Julieta', aunque sea efectivo, te deja con una sensación de vacío, como la que tiene Julieta cuando se va Antía. No por un final abrupto, sino porque terminas la película y piensas, pues si me voy unos añitos atrás en la carrera de Pedro Almodóvar, igual acabo conmoviéndome del todo.