La Brújula Dorada, en busca del lugar donde nacen las almas

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Crítica de 'La Brújula Dorada'

De cedequack

14 jun 2008

7,0

Sin spoilers

¿Alguna vez has pensado de dónde venimos? Nuestro cuerpo es producto de millones y millones de años de transformaciones, mezclas, suerte y destino, conocemos las teorías que nos hacen comprender un poco mejor por qué somos como somos, aunque no lleguemos a un punto de origen concreto.

La Brújula Dorada, o Luces del Norte haciendo honor al título original del primer libro de la trilogía de Pullman, se hace otra pregunta, una pregunta que queda bien reflejada desde el principio. ¿De dónde viene nuestra alma? Hoy somos capaces de ver lo que hay, ahora y en este tiempo que nos ocupa. Nuestra alma está con nosotros y nos hace tener sentimientos, de felicidad y tristeza, pero... ¿cual es el origen del polvo, ese que le da forma?

Al margen de efectos especiales, escenarios y personajes bien conseguidos para hacer de esta historia un bonito cuento, se oculta la verdadera esencia, una preciosa metáfora de la relación del ser humano con su propia alma, encarnada por el polvo en unos pequeños seres fiel reflejo de nuestras actitudes. Mientras que siendo adultos ya han adquirido una forma concreta y tienen bien definidos sus sentimientos, de niños su forma es cambiante, porque no sabemos quienes queremos llegar a ser, qué queremos sentir. Lyra, la protagonista es el mejor ejemplo de esto. Hasta la última novela no veremos su forma real, lo que será una muy grata sorpresa, el reencuentro de la pequeña Lyra con el paso de su niñez a la adolescencia, pero es algo que merece ser comentado en otro tiempo.

Es también la película un reflejo del mundo real, la división entre la ciencia y la fe y el lugar donde ambas se separan. La fe, el magisterio en la cinta que nos ocupa, trata de erradicar el polvo, trata de conducir por un mismo camino el pensamiento de todo el mundo y para ello no duda en cortar la relación entre el alma de los niños y los propios niños, dejándoles sin sentimientos, avocados a una existencia sin momentos tristes ni felices y a un pensamiento único. La ciencia, vista en Lyra y los personajes que la acompañan, sin embargo trata de buscar respuestas, dejando que lo que bien ya haya cruzado los límites y ahora sea parte de nosotros, bien lo que esté por llegar, nos lleva a alguna parte para conseguir un futuro mejor que nos haga evolucionar. Dos posturas totalmente opuestas en las que este film tiene su puesta en escena.

La película es entretenida sin más y quizá para alguien que nunca haya leído los libros, le haga pensar en los hechos que comenté anteriormente y en la filosofía y moraleja que encierra. Intentar evocar en ella todas las páginas del libro es tarea complicada y, si bien no se ha sabido transmitir ciertos momentos que son más emocionantes en papel e incluso otros son demasiado precipitados haciendo que la historia transcurra rápidamente haciéndonos pensar que nos hemos perdido en algún punto quitando así ese grado de compenetración entre los personajes que hacen que uno los eche de menos o les coja miedo, se queda la sensación de un producto bien hecho.

Cuando hace unos años tenía entre mis manos el primer tomo de La Materia Oscura y comenzaba a leer intrigado los primeros capítulos de la novela, me vino a la cabeza un pensamiento. Al igual que otros muchos autores reconocían que sus invenciones eran producto de una repentina inspiración en trenes, servilletas, viejes o imágenes, me apetecía saber cómo llegó Phillip Pullman a pensar en el alma como un ser al que vamos dando forma a lo largo de la vida, del que si nos separamos demasiado nos hace daño y que cerca nos da consejos y que cuando ya somos mayores obtiene su forma definitiva para hacer de nosotros lo que realmente somos, un ser humano que no teme a sus sentimientos.

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