Monaguillos ectoplasmáticos

Iniciarse en la dirección de un largometraje con buen pie parece ser cosa de muy pocos. Por desgracia, no ha tenido el honor de entrar a formar parte de este selecto club Julio Martí, el responsable de la obra que ahora nos ocupa. De hecho, en éste su debut también como guionista, se ha dejado llevar por la mayor cantidad de tópicos del cine de terror facilón para ofrecernos un batiburrillo de convencionalismos muy poco estimulante.

La actriz Lydia Bosch regresa al cine para encarnar a una célebre escritora de novelas de misterio. Después de sufrir un accidente de coche, es recogida por unos monjes de un monasterio alejado de la mano de dios (nunca mejor dicho), donde guardará reposo. Una vez allí, padecerá la visita de unos niños fantasma aparentemente poco amigables.

La película supone un intento poco afortunado de copiar los modelos establecidos en el J-Horror y el cine de terror americano más perezoso. Posee una atmósfera en cierta forma bien conseguida, pero, por otro lado, pierde seriedad con su estética cartón-piedra y el abuso de las calaveras con telarañas. Personalmente, no creo que se fabrique buen terror en España, y las pocas soluciones que se ofrecen es copiar lo que ha dado dinero en un par de films risibles y sobrevalorados. Sin duda, un guión mil veces visto y unos giros argumentales totalmente incoherentes son los que hacen que ésta sea una de esas películas en las que se junta escasa calidad y nulo tirón comercial, con las que tienes el placer (o la desgracia) de estar solo en una sala de cine.