Casi

Paula Ortiz logra llevar al cine la obra de Lorca sin caer en la tentación de perderse en el lenguaje del teatro, y asume su labor de costurera cinematográfica para hilar plano a plano una puesta en escena personal que consigue dar una nueva dimensión a una historia clásica, y sobre todo, que el espectador de antemano conoce.

Es valiente aceptar que la sorpresa argumental no juega a tu favor, y hacer portagonistas a la banda sonora -discutible- y sí, a la estética más desnuda. Y aquí viene el "pero": casi logra desembarazarse del peso de decidir rodar pura belleza. El problema es la autoconciencia poética, que la lleva subrayados innecesarios, jugando con los recursos clásicos sin ser capaz de reinterpretarlos, superponiendo clichés, con escenas más herederas del anuncio de colonias que fue 'Mar Adentro' que de la sutileza visual de un Ozu o un Malick. Inmensa Inma Cuesta, bastante regular Álex García, se queda todo en una buena intención que no llega a pasar de proyecto de alumna aventajada de escuela de cine.