El inicio del fin

En un mundo perfecto, Blumhouse no estaría siempre dispuesta a amargarnos el año con horribles intentos de cine de terror "de autor", y no tendríamos que soportar una y otra vez secuelas que no aportan nada nuevo (excepto unas enérgicas ganas de demandar a la compañía). Fieles a su libro de estilo, si algo da dinero no lo dejarán morir, y la saga de La purga los está haciendo de oro.

En esta entrega, asistimos a la creación de tan extraña "tradición", contando con el punto de vista de los habitantes de los barrios más pobres de la ciudad, así como el de los propios responsables de la violenta iniciativa.

Ya vamos por la cuarta entrega, y era cuestión de tiempo que esta "purificación" fuera explicada de forma extensa en una precuela. La película acierta en su comienzo, al querer dotar de mayor dramatismo a la historia y aportar lógica a sus aristas. Pero lo racional en estos productos dura poco, y la locura no tarda en extenderse en su guion como si de un virus se tratara. No hace falta esperar demasiado para ver lo que esconde La primera purga: La noche de las bestias bajo esa fina capa superficial de sátira anti-yankee y pseudo-drama social: insulsas escenas de acción y violencia gratuita que hemos tenido que soportar mil y una veces en sus otras entregas. La precuela no aporta nada nuevo, y sirve como pretexto a James DeMonaco para tomar oxígeno y volver dentro de pocos años con una historia aún más estúpida, si cabe. Y, por si fuera poco, en otoño llega a nuestras pantallas la serie de televisión de la franquicia. Que nos purguen de una vez y acaben ya con todo esto.