El drama existencial de Kurt Cobain, según Gus Van Sant

Dirigida por Gus van Sant (Elephant, Psycho) y protagonizada casi íntegramente por Michael Pitt (Soñadores, Jailbait, Delirious), Last days cuenta los últimos días (obvio, ¿no?) de un joven músico, Blake, al que ni la fama, ni las drogas, ni el dinero, ni la propia creatividad musical consiguen llenar su vacío existencial. Apartado de todos, y en contacto con la naturaleza en una remota y destartalada mansión, Blake tratará de encontrarse a sí mismo, de hallar su lugar en el mundo y escapar de la desazón con que la sociedad le ha lacrado.

Sin duda alguna, el principal motivo por el que Last days será conocida es, más que por su aclamado director, por tratarse de una suerte de biografía de los últimos días de Kurt Cobain, el cual, como bien sabréis, terminó por suicidarse disparándose a la cabeza con una escopeta.

La puesta en escena de Gus van Sant es terriblemente atrevida, mezcla de biografía intimista con aires de documental, o más bien, de reallity show, en el que la cámara se limita a hacer dos cosas durante la hora y media de metraje: por un lado, mostrarnos a Blake huyendo de todo el mundo, encorvado y siempre de espaldas a cámara, farfullando cosas ininteligibles, comiendo cereales, meditando, orinando en un río, componiendo, vistiéndose de mujer... Por otro, extenuantes planos estáticos, de duraciones incomprensibles y menos aún argumentables exceptuando, supongo, a los verdaderos entendidos en ésto del cine o a aquéllos que por defecto abogan por alabar lo que el resto critica y viceversa en un claro aunque floreciente ejercicio de pedantería.

Y es que, leyendo críticas sobre Last days, uno no sabe muy bien qué pensar: ¿tan buena es? ¿tan mala es? Hay opiniones dispares al respecto, y la mía, aunque aparentemente ambigua, es que Last days es una idea interesante pero insufrible. Porque a mí la gente me puede decir que Gus van Sant ha roto los moldes de la estructura narrativa, o que ha abrogado los estándares, o que ha aunado Hombre y Naturaleza en la figura de Kurt Cobain, pero lo cierto es que Last days es insufrible, lenta, tediosa, exhasperante y aburrida hasta la saciedad. Consciente ( o no) de ello, el director parece afanarse en repetir planos bajo la máxima no escrita de dos veces es repetir, tres es anáfora o lo que quiera que sea, y de recurrir a la intervención de diversos personajes, por muy banales que éstos sean, a fin de amenizar una hora y media casi en silencio, pero ni siquiera las puntuales intervenciones de Lukas Haas (Brick, Alpha dog, Muertes de risa) o Asia Argento (xXx, La tierra de los muertos vivientes, Marie-Antoinette) consiguen reacernos del estupor que nos embarga ya a los diez minutos de metraje.

Por último, querría insistir en la idea de que, a pesar de lo tedioso de la película, las pretensiones de Last days son verdaderamente loables, sobretodo al tratar de convertir a Blake, a Cobain, o a quien cada cual prefiera, en un paradigma de la desazón de nuestra sociedad, del sinsentido de nuestra existencia, y en icono de nuestra propia deshumanización. Todo esto, como decía, es muy loable, pero eso no quita que la película sea un peñazo con todas las letras. Así que, sirviéndome de un símil barato aprovechando la conversación que dos mormones mantienen con uno de los personajes, podríamos decir que Last days pretende hablar con dios obligándonos a asistir a Misa.

O lo que es lo mismo, es soporífera.