La plaga del Hombre Blanco, en el Far West más brillante

No tanto por la factura técnica y el entretenimiento (que también), sino más por su liviano mensaje moral e histórico, es por lo que me he decidido a hacer la crítica del último western que hemos visto en el cine.

Llegaban con el impulso de ser los hacedores de una gran saga de piratas, y sin duda son capaces de crear grandes historias en magestuosos escenarios, pero el logro conseguido con los navíos caribeños era algo demasiado difícil de alcanzar, y lo logrado con éstos algo que difícilmente se iba a repetir. Piratas del Caribe (para un servidor la trilogía entera, pero más representativamente la primera) es una joya del cine de aventuras que llegó en el momento oportuno para revitalizar el cine de piratas con sabor a salitre, tacto de arenas blancas y espuma de aguas cristalinas. Algo fresco y divertido, con todos los ingredientes necesarios para cautivarnos. El Llanero Solitario ha intentado hacer lo mismo, con la desventaja de que aquí se quería "imitar" algo y el resultado no surgía de pura inspiración.

Gesta: fallida (económicamente hablando). El lejano oeste no da el mismo juego que el mar y las playas del Caribe. Es un medio que está siendo rechazado por la gente, y Hollywood se ha dado cuenta de golpe (a excepción de Tarantino, al cual le ha dado recientemente una alegría, seguramente porque su cine es muy peculiar y sus fans muy fieles). El polvo y el calor del desierto son monótonos, es difícil ser vibrante y entretenido en ese ambiente, y si no se es lo suficiente, los espectadores se agobian. Aun así, El Llanero Solitario tiene unas cartas muy buenas para sorprender y divertir. Unos personajes bastante carismáticos, humor, y mucha acción. Una acción espléndidamente lograda gracias a Gore Verbinski que, en cambio, se ve lastrado por un guión estiraaaado durante dos horas y media.

Es aquí, en el factor técnico y en la imaginativa cinematográfica, donde el film es soberbio. La fotografía y la dirección dotan al far west de un tinte brillante, y el presupuesto permite rodar el lado más salvaje y espectacular de Colorado y el Moab, paisajes impresionantes. La escenografía, como en la saga protagonizada por Jack Sparrow, es sublime, y permite que la pantalla se convierta en una pequeña ventana a una versión teatralizada y levemente caricaturizada del lejano oeste. La forma de la que Verbinski rueda lo hace aún mejor. A pesar de que su forma de dirigir no imprima una firma demasiado característica, sus encuadres y planos sí derrochan un talento bestial para hacer que todo reluzca, y se vea claro y sorprendente. Ese reflejo en el ojo del protagonista de Cavendish comiéndose el corazón, o el plano del caballo blanco asomado a los desfiladeros verticales de Utah -entre otros muchos-... BUF.

Esos personajes bastante carismáticos que nombraba antes están interpretados por grandes actores que, sin embargo, no logran algo significativamente remarcable. Quizás es más memorable ese villano repugnante al que pone cara un genial William Fichtner, que el propio Johnny Depp enfundado en maquillaje y peluca haciendo "otro de los suyos". Lo destacable de Depp y su Toro quizás sea ese trasfondo que le atormenta durante toda la película, y que nosotros conocemos cuando se nos es descubierto; ese niño traumatizado y traicionado en su pasado, que nos empatiza con sus ganas de venganza y le da forma a los objetivos que persigue con tanta fuerza, incluso creando la nostalgia, la compasión y la pena cuando le vemos ya de viejo.

El lado más atractivo del argumento es (como casi siempre suelo considerar) su crítica reivindicativa para con la historia de Norte América. No deja de ser una anécdota que asienta las bases para una serie sin fín de peleas, hazañas de los personajes, y persecuciones en tren, pero es algo que añade cierta alma a la que podía ser una película palomitera "sin más".

De igual modo que hablar del holocausto judío toca la fibra de los alemanes, recordarles a los estadounidenses que su gran y avanzado país cometió uno de los tantos macro-genocidios de la historia humana no suele ser de su agrado. ¿Habrá influido eso en la taquilla? No se sabe, pero la película deja muy claro la cantidad ingente de crímenes que se comentieron contra los nativos norteamericanos, y la plaga en la que los valores trastornados y la avaricia del hombre blanco convertían a la sociedad modernizada que invadió el nuevo continente. No se puede evitar mirar con asco a aquellos que creyeron con arrogancia que las tierras que pisaban, ésas a las que llamaron Estados Unidos de América, eran suyas por derecho.

Es difícil construir una historia que enganche en medio de los crudos desiertos de Estados Unidos, pero aunque a gran escala parecen no haberlo conseguido, en mi opinión los responsables de la saga Piratas del Caribe han sabido crear una aventura con pistoleros, indios y trenes que hace vibrar el polvo a los pies de personajes muy carismáticos y situaciones espectaculares, todo dirigido por el siempre sobresaliente Gore Verbinski. Toma el elemento de la magia o lo pararnormal de forma mucho más leve que lo hacen en la trilogía Caribeña, y se deciden por el plano más real para entretenernos con mucha acción, humor capaz de sacarnos alguna pequeña carcajada, y un mensaje moral histórico para dar collejas a nuestra decadente sociedad imperialista. Creo que no veremos más aventuras del Llanero Solitario y Toro, pero pienso que con lo hecho aquí deberían estar muy satisfechos.