
Lo que no vemos
Sin spoilers
A veces, el camino más complejo es el que parece más sencillo. Lo Imposible conmociona de manera absolutamente clara al centrar el punto de vista no en la espectacularidad sino en la humanidad. Sabemos que hay una ola, sabemos que hay una tragedia y sabemos su final. Y es justo ese punto de anuncio de lo inevitable lo que ya marca la pauta desde la primera escena.
Bayona controla de manera magistral una narración que lejos de ahondar en lo superficial aterriza en lo interno. La devastación física del territorio se traslada a los personajes sin piedad. Todo aquello que le pasa a María y Lucas nos importa porque cuenta lo que no le pasa a otros. La película se convierte así en un cruel juego de espejos. Si esa familia llega a un punto positivo el espectador capta que otra lo ha hecho al contrario.
Hubiera sido sencillo rodar tremendas escenas de muerte, colectivizar la tragedia en diversas escenas escabrosas o apurar más el momento tsunami para demostrar el potencial del efecto especial. Pero Bayona se contiene y ofrece una pincelada magistral, una elipsis que sobrepasa al espectador.
Los momentos de dolor y auténtica desesperación abundan. Uno se siente indefenso, pequeño. Pero al mismo tiempo ese dolor gráfico, tremendo y desolador, físico, se diluye no para volverse menor sino para volverse brutal. Las heridas físicas pasan incluso a ser heridas morales. Magistrales escenas que recuerdan que aún en las peores situaciones somos egoístas o tremendos planos que aniquilan la racionalidad mediante el reflejo de una mirada o la separación de una mano engrandecen el significado.
El espectador acaba agotado, lloroso, destrozado y débil. Todo el horror que ha presenciado es horror verdadero. No hay que ir más allá. Una herida, el miedo a la pérdida, la sensación de desorientación, el temor a no poder seguir o simplemente la incapacidad para resistir se presentan diáfanas y claras.
Muchos han dicho que la película hace trampas emotivas. Nada más lejos de la realidad. Es honesta porque verbaliza lo que sus personajes sienten. Si no lo hiciera convertiría el sentimiento real en algo especulativo. Pero Bayona conversa con el espectador haciendo que este siempre sepa qué piensan sus personajes.
En resumen, un viaje emocional devastador y terrible. Un tour de force entre empeñarnos en creernos todopoderosos y acabar siendo lo que somos: Una pequeña e indefensa parte al álbum de la realidad natural. Impresionante es poco.
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