De lo poco se saca mucho, a veces.

Y es que no es necesario hacerse la picha un lío para contar una buena historia, o una historia que nos cuente algo. Estamos demasiado acostumbrados a que nos cuenten historias fabulosas de mil y una piruetas argumentales, todo envuelto en una buena suma de millones y promoción hasta en la sopa y que, al final, están llenas de paja, no nos cuentan nada. Pero hay veces que un buen guión suple a todo lo demás, porque todo lo demás sobra en películas como Locke, solo es necesario un buen montaje, un buen protagonista, una música que acompañe y ya tenemos una buena película.

Locke solo tiene un escenario, el interior de un coche, intercalándose con algún plano que otro de la autopista por la que circula, y solo vemos a un personaje, Ivan Locke (Tom Hardy), con las intervenciones telefónicas de los secundarios, pivotes argumentales de la película.

Esta es una buena historia por dos motivos. Uno, el personaje de Locke cambia, al final no es el mismo que cuando empezó la película. Dos, este recorrido a lo largo de su evolución nos plantea a los espectadores un dilema, ¿haríamos lo mismo de estar en su situación?; y como remate añado un tercer punto, hay un factor psicológico de fondo, la relación con su padre, relación que nos llega en forma de destellos en las soberbias discusiones de Hardy con su retrovisor: todo lo que hace, lo hace para alejarse de su padre, para demostrarle que no es igual a él, que él apechuga y se comporta como un hombre, su padre, que aparentemente le jodió la vida se la sigue jodiendo sin ni siquiera estar presente, todo lo que hace y que le lleva a su propia autodestrucción lo hace por su padre, una jugosa ironía como guinda de este pastel, sencillo, pero bien horneado y sabroso.

Muchos comparan Locke con Buried de Rodrigo Cortez, pero es en su forma en lo único que se parecen, Buried solo jugaba con la tensión de una situación de vida o muerte para tenernos en vilo (Buried solo nos presenta el problema), mientras que en Locke la historia sirve como un mero vehículo para llevar algo mucho más interesante al espectador: qué es lo que hace el protagonista con el problema y cómo le cambia, dándonos que pensar.

En cuanto a Hardy hay poco que decir, es un gran actor y lo vuelve a demostrar, aunque lo sigo prefiriendo en aquella odisea psicótica llamada Bronson, he de reconocer que es el actor idóneo para dar vida a Ivan Locke, a cada minuto que pasa de película la presión se va acumulando en su ceño y en sus ojos, pintándolos con arrugas de realidad, jodida y agobiante realidad.

Locke nunca será el mismo hombre, ni nosotros tampoco después de verla.