Melancolía.

Pese a su duración 'Melancolía" (id. Melancholia, 2011) es una incesante carrera contra los últimos segundos de nuestra vida, afrontada desde la depresión extrema, la "melancolía" (como Von Trier exige denominar) de Justine; la resignación de Claire, la inconsciencia de Leo y, por último, el hundimiento de John.

Pero antes de sumergirnos en las profundidades de esta compleja a la par que inolvidable obra, hagamos un breve repaso a la vida de un autor (que si bien jamás fue conocido por la mayor parte del público) hoy está en la boca de todos por sus polémicas declaraciones en el último Festival de Cannes; aunque sea evidente el carácter irónico de estas.

Tras un duro cásting por el que pasaron mentes brillantes, Lars fue resultado de una inseminación artificial con el único fin de crear un ser capaz de poseer unos dotes superiores al resto. Con la esperanza de que una vez más la ley de la genética diese sus frutos, su madre y la comuna de la que formaba parte se comulgaron ante este (a la larga) fructífero y traumático experimento.

El joven Lars presentó rápidamente una inteligencia superior al resto, así como una creatividad solo orientada hacia el arte, no tarda en poseer su primera Super 8 y con ella una beca para estudiar cine en la escuela de Copenhague.

Con su primera obra, 'El elemento del crimen' (id. Forbrydelsens element, 1984) gana su primer premio en Cannes así como el pseudónimo de "niño mimado".

Pese a ello mantiene una relación de amor-odio con el festival 'cannois', iniciada en la edición de 1991 cuando presenta 'Europa' (id. 1991), primera gran obra del director danés, la cual fue vencida por 'Barton Fink' (id. 1991), y por la que llegó a llamar "enano" a Roman Polanski, director del jurado en aquella edición.

Desde entonces ha recibido innumerables galardones, inició el movimiento cinematográfico 'Dogma', fundó una de las grandes productoras europeas de los últimos años: 'Zentropa Entertainment' y cayó en una depresión tras descubrir sus raíces, la muerte de su madre y la indiferencia de su padre; todos estos hechos le hicieron refugiarse en la bebida, la cual se ha convertido en su amante y amada.

Es el perfecto bisnieto de Von Kleist, la viva reencarnación de Tarkovski y la prolongación del tenebrismo de Von Stroheim.

Lars von Trier plantea el fin de la Tierra, el fin de la vida tal cual la conocemos. Todo ello se inicia con un brillante prólogo que representa las visiones que está sufriendo Justine, de las cuales no puede escapar pero que acepta con una destreza terrorífica.

A partir de ahí se centra en lo biográfico, en lo informativo, adentrándose en la representación de una boda burguesa que en sus inicios parece ser congénere a los cánones establecidos, pero que se resolverá como algo premonitorio del debacle futuro. Justine representa la melancolía, el comportamiento inesperado del planeta que todos creemos conocer pero que incomprensiblemente no lo hacemos.

Imagino que se preguntará a qué se debe esta constante alusión al "planeta" como ente abstracta, pues bien, Von Trier asume que si quiere dar fin a la vida terrenal debe provocar una catástrofe magna, este hecho lo resuelve recurriendo a la astronomía, numerosos ciéntificos apoyaron la teoría de la "danza de la muerte" como plausible (aunque en el film es denominada así por los apocalípticos), en resumen: Un planeta llamado Melancolía sobrevolará la Tierra, los científicos niegan que vaya a suceder una catástrofe que finalmente es inevitable.

A partir de aquí, sus personajes adoptan todas las posturas posibles ante el debacle, destacando ante todas la de Justine, y para explicar el por qué de esta afirmación recurriré a una entrevista realizada por Cahiers du cinèma a Lars, en ella afirmaba que su psiconanalista le confesó en una ocasión que las personas melancólicas reaccionan con total racionalidad ante las catástrofes pues han pasado por un proceso similar.

De ahí que posea la impactante escena que ha recorrido medio mundo en la que Kirsten Dunst se halla tumbada en un desnudo impoluto sobre la hierba, entregándose, aclamando el caos que siempre la dominó y que ahora inevitablemente dominará al resto de seres de la Tierra.

Una vez más recurre a una narración bipartita, siendo su primera mitad más compleja, cargada de simbolismos: La escena en que Justine modifica las ilustraciones de la biblioteca de su hermana unificando en todas ellas representaciones apocalípticas románicas, su propio nombre hace referencia a la novela "Justine o los infortunios de la virtud" del Marqués de Sade, oda al pensamiento ateo.

Mientras, su segunda mitad está cargada de humanidad, de instintos y sobre todo (y algunos me criticarán esta afirmación) simplicidad. Pues no debemos confundir imágenes complejas con complejidad; estaríamos cayendo en un error de parvulario, resalta su sencillez pues Von Trier se limita a dejar caer una bomba sobre sus personajes y dejar que se desarrollen por sí solos, movidos por sus impulsos. Algo similar a lo que realizó en 'Dogville' (id. 2003), solo que en esta ocasión omite por su propio talento, por su propia madurez el escenario, convirtiéndolo en un tercer protagonista, como paradigma de este hecho podríamos señalar directamente a "Rebeca" (id. Rebecca, 1940) como el mejor ejemplo de cómo hacer omnipresente un personaje que se halla ausente.

Se trata de una obra que canaliza el aura emocional de su director, cuando se hallaba sumergido en la mayor de las depresiones; la banda sonora está compuesta por todas las piezas musicales que acompañaron durante horas las dipsómanas sesiones con las que intentaba ahogar su melancolía interior, destacando de todas ellas "Tristán e Isolda" de Richard Wagner.

Ahora que finaliza esta temporada cinematográfica podemos afirmar, sin miedo a equivocarnos, que se trata de una de las grandes obras del año, pese a que su creador la descartó (probablemente porque es inevitable verla sin recordar el oscuro suceso de Cannes).

Por último, no me gustaría acabar esta crítica sin dejar claro que Von Trier es un director de etapas, cuya evolución no cesa mientras descubre una y otra vez nuevas técnicas. Es uno de los grandes teóricos actuales del panorama cinematográfico, un autor capaz de crear tendencias, estilos, movimientos y pese a ello renovarlo con su siguiente obra. Así pues sus grandes obras son las cimas de sus experimentaciones, el culmen de su estilo particular e inevitablemente el fin del mismo.

Rompamos en esta ocasión con el típico desenlace de mis críticas para plantear la duda que esconde en sus profundidades esta obra, una duda tan inquietante como necesaria:

"¿Qué harías en tu última noche en el mundo?".