Viaje de autodestrucción

A lo largo de la historia del cine, pocas películas han logrado mostrar una visión realista y sin topicazos del mundo del juego y, mucho menos, del mundillo específico del Poker. No es que el film del que trataremos lo haya logrado demasiado, pero, lo más importante, es que resulta un producto de una calidad estimable.

En él, un ludópata empedernido conoce por casualidad a un jugador nómada. Este último tiene carisma y don de gentes, y hará que el primero quede prendado de su personalidad y quiera que sean amigos. Juntos, emprenderán un largo viaje por Estados Unidos en el que beber y jugar sea lo único que importe.

Se trata de una cinta en la que lo prima es el drama; no el juego. Es una historia bien contada, reiterativa, aunque eficaz. En ella, hay sub-tramas mal resueltas, pero también una historia principal que posee cierto sentido e interés. Los personajes están construidos de una forma intrigante, aunque, si bien Reynolds y Mendelsohn son dos buenos actores haciendo un trabajo competente, no parecen tener ninguna química interpretando juntos. Sea como fuere, se trata de una pequeña obra a la que vale la pena echarle un vistazo, y dejarse arrastrar a ese mundo frío y grisáceo en el que una tirada de dados puede cambiarlo todo, para bien o para mal.