El proyecto final de Archie

Bajo una apariencia no demasiado prometedora se encierra una película que ha sido una grata satisfacción para mí. Creo que no me equivoco si digo que es la película más saturada de geniales efectos que he visto, y son efectos corrientes, que adornan el metraje mientras se adaptan a la perfección a su historia. Si tengo algo que objetar es que es imposible seguir el hilo en esas ultradinámicas escenas, y menos aún si tienes que estar atento a lo que dice en su idioma original o leyendo subtítulos.

La idea base es genial a la vez que arriesgadísima: un adolescente marginado harto de su vida decide grabar su futuro suicidio para su proyecto de clase. Evidentemente, esto levanta múltiples opiniones y críticas hacia él por parte de sus compañeros, pero, sin embargo, va a descubrir a muchas personas que pasan por una situación similar.

Lo que empieza como una declaración de suicido se transforma en todo lo contrario, en una película que logra recolectar todos los sentimientos, por dispares o antagónicos que sean, como la soledad, la tristeza, la alegría, la angustia, el compañerismo, la amistad, el amor, y, por encima de todo ello, acabar convirtiéndose en un canto a la vida.

Y es que la muerte por suicidio es una de las mayores causas de mortalidad adolescente en Occidente.