Taquillazo de fórmula

"Ocho apellidos vascos" era una comedia trazada con plantilla genérica, que bebía del costumbrismo europeo a vueltas con la rivalidad regional que ya habían explotado recientemente películas tan resultonas como "Bienvenidos al Norte" o su remake italiano "Bienvenidos al Sur". La simpatía de la propuesta se basaba en la ruptura de ciertos tabúes relacionados con el nacionalismo vasco, la explotación del innegable desparpajo humorístico andaluz como elemento cómico enfrentado a las costumbres de Euskadi y en un reparto en estado de gracia.

Esta inevitable secuela en clave catalana intenta aprovechar el filón taquillero de la primera por la vía fácil, copiando a su precuela en tono, humor y en conflictos de resultados cómicos. Deja por el camino varios chistes aceptables y no pocas carcajadas, pero su mayor apego a la subtrama romántica le hace perder efectividad y dosis de diversión. Rosa María Sardá y Belén Cuesta son dos notables fichajes dentro de un reparto que sigue siendo la mejor baza de una comedia tan prescindible como simpática y eficaz, perfectamente válida para echarse unas risas y de paso desdramatizar el conflicto socio-político catalán que tanta tensión artificial ha generado últimamente entre la región y el resto del territorio español.