
'Las prisas son malas compañeras'
Sin spoilers
La fórmula, por evidente, genera una pereza absoluta. Por más que uno intenta participar en la fiesta de independientes, amoríos, banderas y reencuentros, es imposible. Ningún chiste parece ocupar su lugar correcto, el ritmo es inexistente, su reparto muestra una desgana que parece contagiada por una dirección que, de nuevo, parece más obra de un debutante más que de un cineasta como Emilio Martínez - Lázaro. Se agradece, puestos a rescatar algo, la presencia de cómicos de altura como Berto Romero, Rosa María Sardá y Belén Cuesta, lo mejor del lote junto al inmenso Karra Elejalde, bote salvavidas en medio del desastre. Por su parte, quedan destellos del talento y la frescura que Dani Rovira y Clara Lago desprendían en la primera entrega.
Una predecesora que se convierte en un cálido recuerdo frente al resultado gélido de 'Ocho apellidos catalanes'. Un producto pensado exclusivamente para continuar la senda de éxito obtenida el pasado año, dejando por el camino lo imprescindible, contar una buena historia. O, al menos, contar una mala historia con buenas intenciones. Porque es muy respetable, y común, centrar el objetivo en atraer al mayor número de gente a las salas pero conviene que las costuras no se vean de una manera tan clara. Y menos cuando son tan débiles. La taquilla volverá a responder, ya lo está haciendo, pero las sensaciones son diferentes. Lo que antes era honesto, ahora es forzado. Esta vez, las prisas ganaron a las risas. Con mucha ventaja.
Críticas de los usuarios