Mucho ruido y pocas nueces

Ingredientes:

* Hervir una comedia del montón con un toque de drama y sazonar con aires independientes para atraer a parte de la crítica.

* En una sartén, freir a fuego lento a un abuelo farlopero, una niña fea, un padre fracasado y una madre que trata de mantener unida a la familia para captar a un público masivo.

* En un cazo a parte, cortar a la juliana a un chaval autista que lee a Nietzsche para engatusar a los gafapasta.

* En cuanto el contenido de la sartén se dore, echar una cucharada de tío gay estudioso de un escritor al que el 99% de la gente no ha leído, pero al que le suena de algo o, simplemente, consulta en la Wikipedia; en este caso, Marcel Proust, ese francés que mantiene (y mantendrá por los tiempos de los tiempos) el récord guiness de introducir oraciones subordinadas en una misma estructura.

* Mezclar todo y salpimentar con varias nominaciones, y tendreis ante vosotros a Pequeña Miss Sunshine.

Lo cierto es que le tenía muchas ganas a esta película, nominada a 39 premios y ganadora de 2 Oscar (mejor actor de reparto y mejor guión original); tanto la crítica como el público la puntuaban casi como una pequeña obra maestra pero, para mi sorpresa, me he encontrado con una comedia del montón, algo más inteligente de lo habitual, quizá, pero poco más. Lo que es seguro es que sus directores, Jonathan Dayton y Valerie Harris, van a vivir del cuento por los tiempos de los tiempos, y en su próxima película van a encontrarse con el beneplácito de buena parte de la crítica y con la defensa a ultranza de aquéllos que han visto en Pequeña Miss Sunshine un producto profundo, inteligente e innovador (???).

Pequeña Miss Sunshine nos narra la historia de una familia americana típica que vé cómo sus valores tradicionales se desmoronan; ya sea a causa de ciertos apuros económicos, ya sea por lo pintoresco de los individuos que la conforman, cada uno de ellos, a su modo, es incapaz de encajar en el rol que le corresponde: un abuelo drogadicto y algo pervertido (Alan Arkin), un padre obsesionado con el fracaso (Greg Kinnear), un hijo que odia a todo el mundo y que ha decidido no volver a hablar (Paul Dano), una niña poco agraciada que pretende ganar un concurso de belleza (Abigail Breslin), una madre que trata de mantener unida a la familia (Tony Collette), y un tío homosexual y filólogo que ha tratado de suicidarse (Steve Carell). Todo parece ir de mal en peor para ellos, pero la inesperada oportunidad de que la más pequeña de la familia pueda participar en el concurso de belleza pequeña Miss Sunshine, hará que toda la familia emprenda un viaje hacia California, cueste lo que cueste.

Pequeña Miss Sunshine habla de inadaptación, de superación, de unión familiar y de que cada cual debe ser como es en realidad, no de cómo la sociedad le dicta a uno que sea, todo ello conducido por un guión de comedia al uso al que se le han añadido las puntuales crisis personales, una tras otra, de todos y cada uno de sus personajes, los cuáles las irán superando apoyándose los unos en los otros, con lo que al finalizar la película nos encontraremos con que la familia que estaba al borde de la disgregación saldrá más reforzada que nunca. Éste discurso que, para qué engañarnos, parece haber sido escrito por un demócrata-cristiano encubierto, es relativamente (muy relativamente, de hecho) camuflado por unos personajes que oscilan entre los clichés de comedia americana típica y el vácuo frikismo pseudo intelectual.

Además, el guión que se llevó el Oscar en la pasada edición del 2007 no tiene nada de particular; puede que esté bien conducido (la película, de 101 minutos, se pasa muy rápìdo, eso hay que reconocerlo), y que haya obviado los gags más burdos de las comedias cafres, pero eso no es sinónimo de que éste sea original, profundo, o lo que sea que muchos hayan querido ver en él. A parte de un par de situaciones algo excéntricas, el humor que destila la película ni es subversivo, ni excesivamente crítico, ni mucho menos inteligente. Como mucho, podría citarse la crítica final a esos concursos de belleza para barbyes de un metro de altura, pero si eso es motivo para que una película se lleve 2 Oscar y otros 32 premios de variado calibre, es que el cine actual está muy mal.

Los personajes no son planos, pero tampoco están muy trabajados, que digamos; no son más que un cúmulo de estereotipos variopintos, y la historia se torna más o menos previsible, o mejor dicho, poco sorprendente, una vez ha sido planteada. Por otro lado, si hay alguien que a la media hora de película no supiera qué tipo de baile iba a hacer la pequeña Olive, no me extraña que la película le haya sorprendido y agradado, porque se les veía el plumero a leguas. Y es que Pequeña Miss Sunshine es una de esas películas que surgen cada cierto tiempo y que, siendo pasables y poco más se convierten en un fugaz fenómeno de masas del que todo el mundo ensalza sus supuestas virtudes pero que muy pocos volverán a ver, algo similar a lo que sucedió con Entre copas y otras tantas.

En resumen, Pequeña Miss Sunshine es una comedia del montón a la que los críticos, siendo la única candidata más o menos indy a los Oscar, han querido sacarle el brillo, pero que en el fondo no es sino un panfletario y lastimoso libro de autoayuda. Eso sí, encantará a aquéllos que han hallado la VERDAD en libros como ¿Quién se ha comido mi queso?