
Pesadillas con sabor ochentero
Sin spoilers
El gran acierto de Pesadillas es que Scott Alexander y Larry Karaszewski, creadores de la historia que luego desarrolló Darren Lemke, llegasen a la conclusión de que el propio escritor fuera el que se convirtiese en uno de los protagonistas de la función. Basada en la serie de libros de terror y ciencia ficción creada por R. L. Stine en 1992, la película es un disfrutable y agradable entretenimiento con claras reminiscencias a Jumanji. Con Jack Black a la cabeza, sin quitar protagonismo a Dylan Minnette y Odeya Rush, la película contiene estupendos diálogos con sus correspondientes toques de humor, un romance juvenil, retazos de terror, un variado grupo de monstruos «en su mayoría poco inspirados» y unos efectos visuales suficientemente atractivos como para embaucar al público.
Un genial Jack Black es convertido en el principal culpable de todo lo que ocurre en una historia con evidentes guiños cinéfilos, como los gnomos de jardín apareciendo de los muebles de la cocina al igual que lo hicieron los Gremlins de Joen Dante, a él también le atan con cuerdas «evidente homenaje a otro film del director, Los viajes de Gulliver (2010)», para fundirlo en el horno de gas.
Pesadillas es un entretenido pasatiempo familiar, lo bastante moderado como para que el público infantil también disfrute y no tenga después pesadillas a la hora de dormir.
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