Fin del dilema

No hay dilema que valga, es tremebunda. Los cincuenta minutos que pude soportarla me sirvieron para comprobarlo. No logré averiguar su argumento, ¿de qué trata en realidad?, y no pillé ni un chiste, pero lo peor es que después del tortuoso metraje no llegué a conocer a ningún personaje. ¿Quiénes son estos tipos?, ¿son amigos?, ¿de dónde vienen?, ¿a qué se dedican?, ¿están enamorados de sus parejas?, ¿y ellas, quiénes y cómo son?. El guión es un disparate, las escenas se suceden pegadas con celofan y aunque todas comienzan con una esperanzadora aparición de Vince Vaughn (lo único potable de la película pero incapaz de soportar toda la cinta), acaban derivando hacia un interminable abuso zafio de diálogos de besugos y situaciones completamente absurdas que alcanzan cotas delirantes. De cada escena el director aplasta sus posibilidades y saca lo peor de cada una.

Por otro lado habré visto actores peores que Kevin James pero ahora mismo no los recuerdo y para colmo el doblaje le sienta aún peor, con lo cual sus escasas aptitudes interpretativas se ven lastradas todavía más y su actuación queda reducida a poner caras de velocidad y espasmos de papada. Jennifer Connelly es una buena actriz pero su papel es simplón y residual y el de Winona Ryder es tan desquiciante como inverosímil.

En definitiva hay muchas mejores cosas que hacer que sentarse a ver esta película aunque al menos existe el mando a distancia. Alabado sea.