Lo que queda de Spielberg

Ready Player One es, claramente, el intento de Steven Spielberg de volver a hacer algo guay. Una película adolescente para toda la familia que recuerde a sus éxitos más taquilleros de los 80 y los 90. Un género del que el director se había despegado tras llegar a la madurez, pero que parece querer recuperar ahora para demostrar que todavía es capaz de hacer un taquillazo. Y lo cierto es que 'Ready Player One', sin ser una obra sobresaliente que pasará a la historia, tampoco es el desastre que podría haberse esperado.

En el filme, adaptación de un libro, Spielberg tiene bastantes aciertos, desde la estética que juega a recordarnos las pelis de los 80 pero con un lavado de cara modernizada, a un reparto bastante eficaz (salvo TJ Miller, que vuelve a hacer de sí mismo y es, como de costumbre, completamente prescindible). Sin olvidarnos de los guiños. Está plagada de ellos.

Pero no todo en 'Ready Player One' funciona. El guion peca primero de simplista (sabes en casi todo momento qué va a acabar sucediendo después) y segundo de maniqueísta. Los malos son muy malos y se les ve desde el principio y los buenos muy buenos. En una película sobre la realidad virtual, todos los personajes son 2D y no esperes siquiera atisbar un poco de complejidad en alguno de ellos. Y, por último, está ese tufillo moralista que va desprendiendo la película y que a medida que avanza se va haciendo más patente. Spielberg se ha puesto la chupa de cuero para rodar Ready Player One pero no ha podido terminar de quitarse ese look de abuelo cebolleta que intenta ser guay. Una lástima, porque la base era prometedora. A saber qué habría pasado con otro director.