El poder del cine

No hay adjetivos suficientes para referirse a Roma.

La mejor película de 2018, y si ya viera algo mejor en lo poco que queda año sería muy afortunado. Pero con esta sola obra me basta por ahora. Una preciosidad de principio a fin. Todo en ella transmite pureza, te contagia de la pasión de un director en completo dominio de su talento y te envuelve en su mundo, uno lleno de texturas y sabores. Conmovedora es decir poco.

Pocas veces se ha dotado a la mundaneidad con tanta grandeza ni uno encuentra tanta poesía en lo cotidiano. Resulta casi imposible escoger una favorita de todas sus escenas, no hay ninguna que se sienta prescindible. Todas forman parte de un viaje emotivo, tierno, cruel e imperecedero. Un viaje a través de los ojos de sus personajes, encarnados por un reparto excelente. Entre ellos Yalitza Aparicio, quien nos conduce hacía otro tiempo y espacio: Ella es una protagonista con la que todos podemos empatizar sin depender de donde vengamos. Porque lo que se nos quieren contar aquí es una historía universal, un relato humano como la vida misma, del que cualquiera de nosotros podría formar parte.

Alfonso Cuarón sabe a donde va. Su película es toda una declaración de intenciones, un poema a sus raíces y a su propia personalidad como cineasta. Probablemente por eso se haya dicho que Roma es su cinta más personal. Si películas como Hijos de los Hombres o Gravity ya eran una puerta abierta al estilo del autor y una muestra de su genio, esta última obra es una inmersión total en ambos, que a la vez resulta muy distinta a sus predecesoras. Esto es un mundo FULL-Cuarón(No podía ser de otra manera, haciendo él de montador,guionista y director de fotografía).

Lo que consigue reflejar el director con sus imágenes y palabras(o falta de ellas) es espectacular. Se regodea en su maestría con sus clásicos movimientos de la cámara y largos pero cautivadores planos. Y no le culpo, porque sabe de lo suyo. La fotografía en blanco y negro es apabullante y cada sonido que la acompaña se quedará contigo por tiempo. De por sí sola transmite tanto sin necesidad de muchas palabras o música que de tener fallos, han pasado inadvertidos por los ojos de quien escribe. Hablamos una auténtica experiencia CINEMATOGRÁFICA, en mayúsculas. Por el impacto audiovisual de la cinta estoy agradecido de haberla visto en una sala de cine, en su máxima gloria.

Alguien puede pensar que este tipo de película no es de su gusto. Quizás algunos la eviten por una aparente tediosidad y lentitud, pero pido encarecidamente que no os dejéis llevar por esta idea y juzguéis por vosotros mismos. Yo me hallé totalmente inmerso en una familia, viviendo, riendo y sufriendo en cada uno de los minutos de un viaje épico y emotivo. Al final no quería que acabara.

Concluyendo, Roma es un ejemplo de cine puro sin anestesia que resulta genuinamente emotivo y hermoso a través de momentos, algunos mundanos y otros trascendentales. Un testamento del poder de la imagen para crear emociones. Si puedes verla hazlo, no hacen falta más adjetivos.