Alma aislada, cuerpo caliente.

"Shame" es una de las sorpresas del pasado año. Una cinta (con para mí, claras influencias del Michael Haneke de "La pianista") que triunfa en mostrar (sin crítica directa) la soledad, la incomunicación, el desafecto sentimental y como consiguiente la frustración, plasmados en la adicción al sexo de un protagonista (degradado por un pasado incierto) que está espléndido en su papel. La película toca un tema ya visto, pero lo desarrolla de una forma poco habitual tanto desde el punto de vista sensible (demoledora sin llegar a efectismos) como desde el punto de vista técnico (planos extensos en los que el protagonista se desahoga corriendo por unas calles de Nueva York muy distintas a las que propone Woody Allen, así como el plano de los 5 minutos de Mulligan cantando "New York, New York"). La entrada vale la pena pagarla y no, no porque salga el pene de Fassbender, sino por todo lo dicho anteriormente.