
demasiado buena
Sin spoilers
Recuerdo que los viejos cines de barrio solían tener un telón para cubrir y descubrir la pantalla. Con el avance de las grandes superficies y los multicines, este romántico hecho ha ido relegándose a un plano secundario, desteatralizanzo en cierta manera las proyecciones, quitándoles cierto encanto propio de los patios de comedias. Zack Snyder, conocedor de esta pérdida, abre la película con una apertura de telón proyectada, ficcionada, de la que nadie puede librarse. Nos advierte, de forma sutil, de una inminente procesión de personajes con fuerte trasfondo psíquico, en el que anidan la locura y el delirio, pero también la humanidad y la cordura; esa que muchas veces queda eclipsada por un telón.
Resulta hasta cierto punto excitante pensar en la trayectoria del cineasta, porque sus anteriores películas parecían un tanteo para llegar a este personalísimo proyecto. Sin importar los resultados, con vocación de tesis doctoral y saltando a la piscina a riesgo de que esta pudiese estar vacía. Podrían rastrearse las influencias de Snyder para aterrizar en "Sucker Punch", pero el de Wisconsin sale indemne. Vuela alto y libre sin temer a que se le despeguen las alas y a comparaciones. Tiene un estilo tan genuino, que pararse a comparar sería una quimera sin sentido. El mundo no había tenido a su alcance algo tan rabiosamente original desde hacía varios años.
Muchos preferirán quedarse admirando el caramelo. Mirando su envoltorio multicolor, que pasa de una escala de grises a la gama completa de colores del arco iris. Muchos no querrán abrirlo. Algunos porque preferirán quedarse en la superficie, otros porque no sabrán hacerlo y otros intentarán catarle sin quitar el envoltorio; no saboreando más que aparente locura, putas, mozas recias, loqueros, cocineros obesos o inconexión neuronal orquestada. Otro sector no tendrá problemas en abrir el caramelo. Seres desprejuiciados que no necesitan un manual de instrucciones para ello, que sienten y se dejan llevar, que son capaces de apasionarse antes de razonar la ecuación y válidos para vivir en comunión con los personajes y la historia.
"Sucker Punch" es aún terreno virgen, en el que la cultura pop del siglo XXI se mezcla de forma manierista. Son tantos los palos que toca de manera brillante, que muchos querrán descubrir la formula que hace que todo funcione como un reloj suizo. Muy pocas veces en los últimos diez años he salido de la sala con el estómago encogido y el corazón en un puño. La película camina durante sus 110 minutos por la cuerda floja. Snyder tiene el control absoluto de lo que en manos de otros hubiese sido un producto de consumo carente de alma. Todo funciona en un prodigioso equilibrio de guion, interpretación, banda sonora y dirección.
Si uno termina llegando al corazón del caramelo descubrirá que no era macizo, que su vertiginosa montaña rusa se cimienta en una preciosa y precisa historia dramática; tan sólida que consigue que todas sus capas no se muevan un ápice. Una historia convencional que teje a su alrededor diferentes mundos. Cada uno con su encanto, donde los objetos se subliman para poder unir la historia. "Sucker Punch" elogia sin miedo a despeinarse: al cine, al teatro, al videojuego, al cómic, a los cuentos bien contados en los que el fondo se beneficia de la forma.
A la salida, si se ha producido la conexión entre espectador y narración, uno se queda con ganas de aplaudir, con un sentimiento de complicidad que lamentablemente cada vez sucede menos. Con ganas de haber podido ver bailar a Baby Doll, aunque no me cabe duda de lo ha tenido que hacer extraordinariamente bien. Obra Maestra en el principio de esta nueva década. Un tesoro para disfrutar y redisfrutar.
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