
¿Obra menor? No, gracias.
Sin spoilers
Este verano, 'Del Revés', se convertía por méritos propios, por riesgos, aciertos, profundidad y alcance psicológico y emocional, en la mejor película de Pixar, su trabajo más redondo. Unos meses más tarde, llega 'El viaje de Arlo', historia familiar sobre el paso al mundo adulto a través del miedo, el valor y la independencia, una obra mucho más tradicional, alejada de la apabullante complejidad de su predecesora y anclada en un espíritu que conversa de manera directa con discursos más cercanos a Disney. En términos de calidad, la primera le saca varios cuerpos de ventaja a la aventura prehistórica de Arlo. Y regresamos a la cuestión principal, ¿convierte eso a la última película de Pixar en un trabajo menor? En absoluto.
'El viaje de Arlo', dirigida por el debutante en el largometraje Peter Sohn, es una preciosa cinta para todos los públicos que consigue, al más puro estilo de la factoría Lasseter, emocionar con suma facilidad, entretener y divertir. Pese a apostar por una trama y narrativa más tópica y previsible, sus responsables toman un camino tan inesperado como brillante, el western. No resulta nada complicado identificar referentes como Ford o Hawks a lo largo de una película que se sirve de su excelencia técnica, absolutamente asombrosa en el cuidado del detalle y en los largos y anchos paisajes que recorren nuestros protagonistas, para dar forma a una historia de amistad conmovedora. Pixar, otra vez, nos hace llorar, pero lo hace de una manera tan honesta y delicada que, lejos de molestar, las lágrimas se reciben como un regalo. Pequeños destellos de genio, especialmente tras la aparición de los tres T-Rex y en la maravillosa conversación nocturna entre Arlo y el pequeño Spot, que elevan a 'El viaje de Arlo' hasta ese ansiado sobresaliente. No, no está a la altura de las grandes películas de Pixar, pero de menor, nada de nada. Mayor, con todas las letras.
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