Un caramelo para saborear en la vuelta al cine

Las luces se apagaron, el volumen aumentó y los últimos espectadores ocuparon sus asientos. Una sensación de entusiasmo y expectativa recorrió mi cuerpo. Por fin había vuelto el cine tal y como lo conocemos. La cartelera apenas contaba con dos o tres estrenos que no conseguían llamar mi atención: Escaso cine independiente y cine de autor. Por lo que decidí guiarme por la opinión de un amigo y acudir a una película norteamericana que desprendía un aroma comercial, titulada "La caza".

El comienzo del film pareció fulminar cualquier atisbo de esperanza. Diálogos infantiles e irreales, situaciones absurdas e impertinentes? Por no hablar de la grandilocuencia de cada plano, característica de un director sin experiencia que aspira a conquistar Hollywood, pero al que aún le queda todo por descubrir y aprender. Así continuó el film hasta pasados los 10 minutos de metraje, cuando algo me sorprendió gratamente. No estaba viendo la clásica película comercial, cargada de clichés y artimañas para entretener al espectador. Me encontraba ante un film distinto, en el que los personajes principales podían ser apartados de la gran pantalla sin la menor emotividad o consideración. Mis pulsaciones aumentaron, la historia comenzaba a interesarme. La película comenzaba a jugar conmigo.

Los diálogos no dejaron de ser insulsos ni la grandilocuencia y la falta de experiencia por parte de Craig Zobel desaparecieron, pero había algo que conseguía llamar mi atención. La historia no dejaba de sorprenderme, y yo no dejaba de estar interesado por ver qué sucedería. Lo cierto es que hubo momentos en los que era complicado quitar la mirada de la pantalla, lo que confirma su éxito como cine comercial. Poco tiene que hacer si la comparamos con un film de autor, pero tampoco sería justo hacerlo. Tan solo aspira a entreternos, a divertirnos. Y para qué mentir, lo consigue con una sencillez plausible y un pulso firme. Me gustaría tener en cuenta también que su transfondo y su mensaje contra los sectores más poderosos de los EEUU, aún siendo transmitido de una manera poco ortodoxa, impacta como una granada en el pantalón del espectador.

Dejando de lado sus fallos técnicos y su escasez de inteligencia en los diálogos, además del parecido de su argumento con otras películas de la década (especialmente el personaje de Betty Gilpin y la última escena de la película con "Kill Bill"), cabe destacar que también cuenta con una originalidad y una personalidad arrolladoras, que harán que sea un caramelo para saborear de principio a fin. Zobel no ganará el Oscar con este film, pero sí entretendrá a propios y a extraños.