Desgaste total

La falta de ideas frescas en el cine de hoy en día es alarmante, y por ello se tienen que tomar productos de hace unos años y rediseñarlos. Esta vez, le toca el turno a la digna trilogía de Jason Statham Transporter. Los resultados, aunque ya nos esperábamos algo malo, son mucho más horrorosos de lo que se podía imaginar.

Frank Martin, el mejor conductor del lugar, se ve envuelto en un asunto muy turbio, cuando una misteriosa mujer lo contrata para acabar con una peligrosa banda de proxenetas y delincuentes.

Camille Delamarre, que ya dirigió aquel despropósito llamado Brick Mansions (2014), vuelve a ponerse al frente de un film de acción de la manera más incompetente posible. Y es que todo está mal en esta película. El cambio de actor, de un Statham carismático y en estado de gracia a un Skrein más plano que una tabla, no le ha sentado nada bien a la pretendida revitalización de la franquicia. Sin embargo, lo que ya no tiene perdón de dios en una cinta de estas características es lo estúpidas y macarras que resultan ser sus escenas de acción, además de mal rodadas, montadas e increíblemente soporíferas. Estamos, sin ningún atisbo de duda, ante lo peor que ha dado el género a lo largo de este año. Y, a estas alturas, no parece que ninguna otra peli la vaya a superar en estulticia y nula calidad. Bravo.