
Conmueve, asombra, hace reír y atrapa.
Sin spoilers
Se me hace muy difícil hablar de esta película, es una de esas historias difícil de catalogar, no es comedia aunque hace reír, no es un drama pero te estremece, pero lo más destacable es una magnifica banda sonora (orquestada por David Byrne) y una glorifica actuación por parte de Sean Penn.
La primera parte de esta ficción transcurre en las afueras de Dublín, donde un retirado y maltrecho Chayanne (Sean Penn), estrella del rock desaparecida, pasa sus años de recogimiento con su mujer (Frances McDormand) y una jovencísima amiga en los restaurantes del centro comercial.
Es una presentación introductoria a lo que es el protagonista, artista reconocido, algo viejo pero que sigue con sus atuendos de rockero a lo Robert Smith, perjudicado por las drogas y una vida de excesos y algo aburrido de su existencia y del mundo en general.
Al enfermar su progenitor decide marcharse a Estados Unidos, donde opta por vengar la memoria de este y proseguir con su búsqueda hasta encontrar el nazi que marcó su vida en el campo de concentración de Auschwitz.
En esta segunda parte, Cheyenne se va encontrando diversos personajes en su camino que harán que se redescubra a sí mismo al mismo tiempo que se reconcilia con su propia persona.
En esta road movie hacia el interior de uno mismo destaca sobremanera la música de David Byrne, quien también aparece en la cinta, y asimismo cuenta con canciones propias de Iggy Pop y Will Oldham, siendo el tema de Talking Heads, This must be the place, el tema principal y título del propio metraje, y que aparece en un momento de la cinta con un decorado que vuela sobre las cabezas de los músicos con actriz incluida.
En definitiva es una cinta que conmueve, asombra, atrapa y, aunque existan algunas partes un tanto lentas, sigue sorprendiendo por el cambio de humor y dinámica durante el visionado y sobre todo por el interés que despierta su protagonista, tierno, sórdido e incomprendido.
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