La reducción del conflicto a la nimiedad

Alexander Payne reduce, con inteligencia y originalidad, conflictos acechantes en un mundo globalizado que no para crecer. El director construye una "maqueta", realista y bien erigida, que habla de las frustraciones de quien no puede permitirse la vida que le gustaría, de la destrucción del medio ambiente y de las injusticias sociales.

'Una vida a lo grande' tiene sin duda una de las premisas más brillantes de este año. Toma como punto de partida el que unos seres humanos se reduzcan, de forma pionera, para ocupar menos espacio y reducir la destrucción del planeta y, con ese arranque, pasa hablar desde el humor de la hipocresía y de lo ridículo que resulta a veces continuar viviendo cuando no sabes muy bien cuál es tu camino en el mundo. Eso, y que sirve para medir hasta qué punto nuestra individualidad y el ser tan pequeños en un globo terráqueo tan grande nos permite tener una cierta conciencia de protección para con un mundo que tardará millones de años en terminar de destruirse.

Diría que la primera hora, hora y media de la película está bastante bien planteada y resulta interesante, mientras que llegados al lío entre Paul Safranek (Matt Damon) y Ngoc (Hong Chau) la fuerza de su discurso se estanca. Lanzo una pregunta: ¿por qué, en muchos productos culturales, sus creadores sienten la imperiosa necesidad de unir románticamente a dos personajes? ¿Era necesaria esa relación? Sí, puede dar cierta esperanza a Paul, pero ese giro es francamente prescindible, no es necesario. A partir de esa escena, la trama se ralentiza y ya no despierta el mismo interés que antes.

Sólo queda destacar que el personaje de Christoph Waltz es de lo mejor de la película.