
Regalos en forma de vida y muerte
Sin spoilers
A veces te hacen regalos inesperados, esos detalles que no necesitan papel de regalo de colores vivos para cumplir su función. De esos que son mejores que los que se colocan debajo del árbol en Navidad y tan sólo vienen en una cajita de dos euros o en una bolsa de papel.
Carla Simón nos ha hecho un gran presente con Verano 1993, con una estética naturalista que no necesita lazos ni ribetes para destacar. Es perfecta porque en ella se nota el cariño y lo bien que está contada. Una niña con la fuerza ante la cámara de un actor adulto que maneja la escena, con un lado oscuro tierno y retorcido a la vez, con su manera de involucrar en un juego pérfido a todos en el que siempre es ella la que gana. Laia Artigas es una auténtica maravilla interpretando a la pequeña que Simón fue cuando perdió a su madre a causa del Sida. Da vida a una niña que se siente rara y fuera de lugar por no llorar ante el fallecimiento de su progenitora y por tener que habituarse a una nueva familia, donde ya no es la que manda.
El final es el colofón, broche minimalista donde la caligrafía pide ayuda sin perder luminosidad.
Críticas de los usuarios