
Natalie Portman toca la batería
Sin spoilers
Cuando parecía que ninguna otra película podría dar la sorpresa, de repente llega "Whiplash" deshaciendo toda la estructura. La última película dirigida por Damien Chazelle consigue hacerme temblar como casi ninguna otra película lo ha hecho. Con cinco nominaciones a los premios de la Academia (la de verdad, no la que tenemos aquí en España), "Whiplash" se enfrentará a grandes cintas como "Boyhood" o "El Gran Hotel Budapest" en la noche más importante del cine del año.
"Whiplash" es un drama sobre un batería en busca de la perfección. Sí, es un tema llevado cientos y cientos de veces a las pantallas de cine del mundo. Sin embargo, una vez más, creo que el cine no es lo que se cuenta, sino cómo se cuenta. Se nos plantea una película sencilla: Andrew, un joven de diecinueve años cuyo sueño es llegar a ser una leyenda de la música, consigue acceder a una de las escuelas de música más prodigiosas de Estados Unidos. Allí, esta gran promesa se encuentra con el director de orquesta Fletcher, un hombre duro, cruel y que busca una perfección que no ve en casi ningún alumno. Puedes imaginarte cómo continúa la historia. Es imposible no acordarse de uno de los clásicos modernos más impactantes de los últimos años. La grandiosa "Cisne Negro" cuenta con los mismos elementos: protagonista frustrada en busca de sí misma, director en busca de la perfección y una escuela artística repleta de envidia, odio y maldad. Podríamos llegar a pensar que la única diferencia es el cambio del ballet por la batería y no nos estaríamos equivocando. Dirección potente y ambiciosa, guión sorprendentemente bien escrito y unas interpretaciones que nos dejarán sin habla. Estamos ante un nuevo clásico de cine.
Si nos centramos en el guión, vemos que la trama de la película se plantea de manera arrolladora. En un filme de tan solo 107 minutos (aún no entiendo el por qué de hacer películas de más de 120 minutos de duración sin necesidad), contiene un ritmo nada pausado, sin escenas de relleno ni embellecedores innecesarios. Los diálogos están llevados a cabo con fluidez, siempre ayudados de dos interpretaciones de infarto. La dirección, fotografía y sonido: sublimes. Planos excelentemente tomados para aportar la información necesaria a aquel que está visionando la película, un sonido envolvente que te adentrará de lleno en este obra maestra del cine y una fotografía digna de una película de este calibre. ¿Qué más podemos pedir?
Sin embargo, uno de los puntos fuertes de esta película reside en Miles Teller y J. K. Simmons. El primero de ellos encarna a Andrew Neiman, el joven protagonista de la historia, cuyo sueño es llegar a ser una gran leyenda de la música y que su nombre sea recordado durante siglos. Miles Teller, que ha protagonizado grandes bodrios como "Project X", "Footloose", "Divergente" o "That Awkward Moment", consigue hacerme eliminar todo su espantoso pasado con esta maravillosa actuación. Existen momentos en los que parece estar viendo un documental sobre su vida debido a la profundización que hace en su personaje, lo cual me deja de piedra. Sin embargo, y cuando parece que nadie puede hacer sombra al protagonista, aparece J. K. Simmons y el papel que le otorgará todos los premios habidos y por haber en el panorama cinematográfico actual. Simmons da vida a Terence Fletcher, instructor de la orquesta severo, en busca de la perfección y que no dudará en burlarse de ti con el fin de que adquieras la confianza necesaria para poder permanecer en una de las mejores orquestas del mundo. ¿Cuánto estarías dispuesto a pagar? Esa es quizás la pregunta que se le formula al protagonista. Ser una leyenda no es un camino de rosas: dolor, sufrimiento y soledad son muchos de los sentimientos que uno deberá experimentar para llegar a ser alguien recordado en el mundo de la música. Volviendo a hacer referencia con la película de Darren Aronofsky, vemos que el parecido es asombroso. Nina Sayers, bailarina de ballet que encarna una deslumbrante Natalie Portman, comparte cualidades con Andrew Neiman: ambos son talentosos, pero también inseguros. Mientras Nina peleaba por encontrar el cisne negro oculto en ella, Andrew sangrará hasta conseguir ese double-time swing en el tempo que el director le indica. Sus directores o instructores, completamente calcados: Thomas Leroy, director del ballet que se llevaría a cabo, es un hombre que hará sufrir a Nina con el fin de buscar la perfección en ella. Ninguna diferencia con respecto a "Whiplash".
Siendo "Cisne Negro" una de mis películas favoritas, ¿es este parecido algo bueno? Sí y no. Como absoluto seguidor de este tipo de películas, en las cuales puedo adentrarme en ella de manera casi inhumana, nunca está mal ver obras parecidas o que toman como referencia la película en cuestión. ¡Ojo! Sé que "Cisne Negro" no es la primera del género. Sin embargo, y a pesar de haber pasado cuatro años del filme, todo está bastante reciente aún, por lo que es imposible no caer en comparaciones. Quizás, la única pega que encuentro en esta película.
En definitiva, "Whiplash" es una película arrolladora caracterizada por un guión una dirección, una fotografía, un sonido y unas interpretaciones deslumbrantes. Por ahora, mi favorita para los Oscars.
Nota: 9,25 / 10
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